Pues aquí tenemos a Tomas Tang, jefazo de Filmark, haciendo de las suyas. Como si del Dr. Frankenstein se tratara, coge varios truños (en este caso 2), y, cambiando los diálogos, los mezcla para construirse un mierdón totalmente nuevo. Si la idea en sí ya es de lo más cutre, al tío va y no se le ocurre otra cosa que mezclar una peli-panfleto surcoreana, más decentilla... con una peli de ninjas que es realmente lo más chungo que podrás ver. Lógicamente, el resultado es demencial
La parte del drama bélico aún se salva, aunque la historia sea un bodrio (ver spoiler). Pero lo de los ninjas es para llevarse la palma. Y no la de Cannes, si no la de tu mano a la cara. A la tuya o a la suya. No da un encuadre a derechas, trucos de cámara y efectos especiales que harían que Méliès se meara de risa, trajes chillones que no firmaría ni Agatha Ruiz de la Prada, espadas de yo-que-sé-que que se doblan, petardos, nunchakus lanzacohetes, sais lanzallamas y mogollón, pero que mogollón de bombas de humo. Las muertes son lo más patético que he visto. Incontables ninjas la palman dando una voltereta tras caer una bomba de humo. Hasta hay una espada que entra por el sobaco. Brutal
Y si la materia prima que nuestro amado Frankenstang tenía entre manos ya era carne cinematográfica putrefacta, las suturas que aplica a la hora de construir su particular monstruo fílmico no acaban si no por empeorarlo (sí, era posible). Personajes que se había ido y reaparecen sin explicación, escenas cortadas y cambiadas de lugar, en particular una en los créditos, con el sonido original, que canta más que Falete como miss... pero por encima de todas ellas, esa en la que los ninjas amarillos atacan al ejército y, al no tener imágenes de los ninjas, pues sólo nos pone las del ejército, peleando solo. Y ya está, como te quedas?
Tomas Tang es un genio. Coge dos películas, una decentilla y otra chunguísima, y hace un mierdón enorme. Como ha de ser, por algo es Tomas Tang
Y los ninjas no son del infierno, aunque deseemos que se achicharren allí por toda la eternidad