Los niños y el agua. Dos fijaciones que parecen extraídas, la una de su propia mitología, y la otra de la del maestro. Acierto a ver algunas reminiscencias a Stalker, pero la complejidad con la que trata de vestir el film, el calado emocional y la imaginería, todo pasado por el filtro de la "sencillez" de Tarkovsky, no funcionan de la misma forma: se queda a medias. Por momentos se dispersa tanto que se desinfla hasta casi desaparecer. Aún así tiene pasajes interesantes que merecen ser vistos y entendidos por su propia idiosincrasia, y no como reflejo de una ajena.