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España España · Valencia
Voto de Talladal:
8
Bélico. Drama Año 1937. Guerra chino-japonesa. En su avance por territorio chino, las tropas niponas llegan hasta Nanking, la capital, donde cometen toda clase de atrocidades. La historia sigue el destino de varios personajes, unos ficticios y otros reales. (FILMAFFINITY)
31 de diciembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El horror que es capaz de perpetrar el ser humano es insondable. Al menos 250.000 muertos en la masacre de Nankín, perpetrada por el Ejército Imperial de Japón, uno de los capítulos fundamentales de la Historia universal de la infamia. El objeto de tal infierno fue principalmente la población civil. Con este presupuesto se podría haber hecho una impactante película para espectadores compelidos al masoquismo que redundara en el catálogo de lo más sórdido del sadismo humano. No ha sido ésta la pretensión de la obra: Aquí se hace memoria. Hacer memoria significa necesariamente ser parcial con el relato de los acontecimientos del pasado: Se toma, por tanto, partido. Ser parcial de buena ley no se traduce en hacer apología o denostación del malvado, porque la buena memoria se diferencia de la mala en que los hechos escogidos–sólo verificables legítimamente para confeccionar el cuadro general mediante la historiografía, a pesar de sus deficiencias- mantienen el difícil equilibrio entre el homenaje a las víctimas y la ecuanimidad con el ofensor. Se adopta una perspectiva no valorativa, descriptiva, que se ciñe a las acciones de los personajes y se deja al espectador el papel de juez moral de éstas. El logro de la película es que de entre todos los relatos posibles –imaginados y reales- de la monstruosidad se prefieren aquellos que culminan en su único y necesario antídoto, la consagración de la dignidad. Ante la representación del conflicto entre el Mal y el valor humano absoluto, la película sólo puede discurrir por el cauce grave de la tragedia. No se esperen artificios retóricos o elocuentes discursos, sino las definitivas elecciones que sitúan a las personas en el finísimo filo entre el bien y el mal sin paliativos. El dinamismo narrativo domina la trama y con cada acción asistimos a un mal que se retroalimenta y a una menor, y por ello más heroica, actualización del bien. Hay escenas e imágenes inolvidables, metáforas contemporáneas del paraíso o del infierno en la tierra, todas filmadas en un austero blanco y negro que, o bien quiere ser renuncia estética ante la devastación ética, o bien remitir al documental para consolidar la veracidad, o quizá ser parangón soberbio que acredita que China puede hacer su propia “Lista de Schindler”.
Talladal
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