Película que adolece de una candidez premeditada, sin intenciones de dañar ni aterrorizar, y que no obstante conserva cierta prestancia que hace que quieras seguir viéndola hasta el final. Obra menor en el conjunto de filmes de este tipo, y como tal divertimento hay que tomársela, yo al menos así lo he hecho. Casi enternece observar los limitados efectos de la época y la inocencia con la que se emplean. A los protagonistas no llego a entenderlos, a más abundamiento porque me distraen constantemente con su mirada: ambos parecen padecer estrabismo. En fin, se pasa por ella sin ponerle mucho empeño porque la película se limita a sí misma. Pero, con ideas, se pueden hacer mejor las cosas. Y para ejemplo citar La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956). Algunos cargan la mano calificándola de obra maestra; yo considero, como ya he dicho, que es una obra menor. Curiosa, un pequeño snack, y después a otra cosa, mariposa.