Épico y magnífico western de William Wyler en el cual un capitán de navío, James McKay (Peck), viaja del Este americano a las llanuras de Texas para casarse con Pat Terrill (Baker), hija de un ganadero adinerado.

El choque entre culturas es notable. McKay es un hombre pacífico y educado "versus" los rancheros y vaqueros de la zona que son violentos y rudos. El choque no se hace esperar.

Tendrá que enfrentarse con el capataz Steve Leech (Heston), e incluso con su novia, pues esta se siente decepcionada por su comportamiento “cobarde”.

En tanto, el padre de Pat y el clan de los Hannassey pelean a muerte por el control del agua para abrevar el ganado (muy actual el asunto del agua).

Genial dirección de William Wyler, con un guion bien trabado de James R. Webb y otros (novela de Donald Hamilton), y un reparto de lujo donde hacen trabajos memorables Gregory Peck y Charlton Heston (enemigos declarados), Jean Simons y Carrol Baker (una morena y una rubia) guapísimas ambas, dos mujeres con carácter, una con principios y la otra caprichosa y malcriada. Burl Ives (sensacional: Oscar) y Charles Bickford, a cuál mejor.

Maravillosa y conocida la música de Jerome Moross y una gran fotografía de Franz Planer. Puesta en escena óptima junto a un relato interesante sobre familias ganaderas enfrentadas y un choque de culturas palmario entre el joven elegante y de buenos modales que llega a casarse y no entiende bien las costumbres silvestres de Tejas.

Una obra que parece ir por capítulos y que culmina, entre las hombradas que el novato debe padecer y superar; hasta una pelea nocturna entre Peck y Heston en la cual ambos acaban exhaustos y en empate. Es, sin más, una emotiva historia de amores y cowboys que, empero, tiene sus gratificantes moralejas.

Película de dimensiones épicas que gracias al gran director que fue Wyler, al excelente reparto y a un guion sensacional, nunca resulta aburrido ni tedioso, a pesar de sus casi 160 minutos.

Película completa, interesante, bien construida. Wyler destaca los contrastes del filme y trasciende los habituales códigos del Western. Enriquece la trama argumental, a la vez que hace uso de una cámara mágica, para mostrar espléndidas panorámicas y grandes planos generales.

En esta cinta Wyler cuece su película al calor de ensalzados sentimientos, con temple y dignidad. Hay lugar también para las historias amorosas, para el honor, para ejemplarizar la lealtad y para establecer una nueva alianza, a fin de que haya paz. Y el paso a las nuevas generaciones sobre las viejas.