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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Drama Oregón, 1933. Entre los vagabundos sin trabajo que, durante la Gran Depresión, se desplazan de un estado a otro viajando clandestinamente en los trenes, el número uno es el Emperador del Norte (Marvin), llamado así por su astucia para burlar a los ferroviarios. Dos hombres aspiran a arrebatarle el título, pero para ello tendrán que llegar a Portland en el tren de Sack (Borgnine), un sádico e implacable maquinista. Inspirada en las ... [+]
24 de abril de 2019
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Era una primavera salmantina de mi época universitaria, cuando junto a dos amigos cinéfilos con los que vivía en un piso, decidimos ir al ya desaparecido cine-teatro Bretón, a visionar esta película que se me quedó grabada para siempre por su fiereza, su tensión in crescendo y un enfrentamiento entre los dos titanes protagonistas, a la sazón personajes anti heroicos guiados por un afán supervivencial y el poder brutal como motivos precipitantes.

El celebérrimo Robert Aldrich recrea con una dirección que roza la perfección un drama en la época de la Gran Depresión económica norteamericana, época en que los vagabundos se desplazaban de un estado a otro en forma clandestina, en trenes que iban y venían. Uno de los personajes principales es el denominado Emperador del Norte, un menesteroso astuto y conocedor del terreno protagonizado magistralmente por un Lee Marvin inconmensurable. Compitiendo para arrebatarle la fama de tan ilustre apodo, otros dos indigentes encarnados por un Keith Carradine genial al igual que Charles Tyner; y en la contraparte, el terrible y fiero revisor del tren que odia a los polizontes, interpretado por Ernest Borgine en uno de los papeles más importantes de su filmografía. Camino a Portland los personajes habrán de jugarse la vida a lomos de un tremendo tren a toda velocidad, escondidos en los últimos vagones e incluso en los bajos de la diabólica máquina.

Lo dicho, una dirección-Aldrich sobresaliente a lo que se une un guión genial de Christopher Knopf que se inspira en las aventuras de Jack London, música acorde a la cinta, muy buena, de Frank De Vol (bonita canción, “A Man And A Train” de Marty Robbins: https://www.youtube.com/watch?v=--FdrpXV9iA), y excelente fotografía de Joseph F. Biroc. Y por supuesto un duelo interpretativo de primera magnitud entre Marvin y Borgine que a mí me dejó una huella imborrable, pues encarna la violencia, la crueldad y el instinto de supervivencia de dos personas fuertes en posiciones de poder distintas.

Se podría decir que es una película social en la que Aldrich enfrenta a la clase más humilde imaginable (los mendigos itinerantes) y el poderoso revisor representando el Staff, que en el fondo es igual de desgraciado que sus enemigos mendigos, aunque él asume el rol de guardián brutal que golpea sin piedad a quienes osan subirse a “su” tren, pues en verdad el tal revisor sanguinario considera suya la maquinaria que regenta.

También la cinta canta a la libertad e incluso a la liberación, al romanticismo, en esa ansia de volar por encima del mal feroz y subsistir a las más impensables calamidades que el mundo puede deparar a un hombre: la pobreza, la persecución y el hostigamiento sin límite.

Cine de tren y violencia con escenas espléndidamente rodadas, bien montadas y secuenciadas, que crean un clima emocional palpitante que provoca angustia. Película sobre los desheredados, obra sobre cómo subsistir en un mundo hostil, que concluye con un duelo en la cumbre, cuando el espectador desea ya que acabe tanto suplicio, maldad y encarnizamiento.

Obra injustamente olvidada y poco reconocida.
Kikivall
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