Es esta una película por la que Ford sentía orgullo y no dudaba en calificarla como su obra preferida. Una pequeña población de Kentucky de principios del siglo XX en la que Ford proclama un modelo de vida presidido por la tolerancia y la solidaridad. Valores encarnados en el viejo juez Priest (magnífico Charles Winniger).

Ford hace uso de la figura del juez Priest para expresar su visión de la justicia y del sueño americano. Ford siempre manifestó repulsa y menosprecio por el rigorismo y el sectarismo, y su simpatía por los desprotegidos.

Se ambienta en 1905 y cuenta la historia de un afable y popular juez de Kentucky que se presenta a la reelección contra un fiscal yanqui. Pero el juez Priest no es un magistrado pomposo, sino un pícaro de buen corazón cuya integridad nace de sus flaquezas.

Hay en esta obra tradición y progreso, añoranza y reformismo, sentido comunitario y también individualismo. Nuestro juez quiere ganar las elecciones que se avecinan y no pierde ocasión para captar votos, PERO no transige con ningún atropello a la justicia.

John Ford hace una gran dirección de un excelente y bien trabado guion de Laurence Stallings, basado en los cuentos de Irvin S. Cobb (1876-1944), conocido escritor nacido en Paducah (Kentucky).

Charles Winninger interpreta de manera sensacional y brillante al juez William «Billy» Pitman Priest, dotándolo de una entrañable humanidad y sentimentalidad. Es aficionado al güisqui y el encargado de tenerle preparada su garrafita diariamente es su criado negro Jeff (pintoresco Stepin Fetchit).

Esta afición del juez choca frontalmente con la estricta liga de mujeres que lucha contra el vicio. Asociación dirigida por Mrs. Aurora Ratchitt (curiosa Jane Darwell) que considera que el güisqui cosa del diablo y de todo punto repudiable.

«Billy» Priest conduce a un grupo de excombatientes de la Confederación, representación del Partido Demócrata, que rivaliza sanamente con el Partido Republicano, mantienendo buenas relaciones con los excombatientes de la Unión, con el mayor Joe D. Habersham (muy bien Henry O’Neill), jefe de los excombatientes republicanos.

Hay un capítulo de esta historia, un episodio oculto, del que no se habla en el pueblo, que desencadenará las escenas más emotivas del filme. es cuando llega al pueblo muy mal de salud la madre (Dorothy Jordan) de Lucy Lee (bella y brillante trabajo de Arleen Whelan), bonita muchacha apadrinada por el médico. Después de haber sido llevada al doctor Lewt Lake (muy eficiente Russell Simpson), fallece la mujer. La difunta había provocado un episodio que había provocado la muerte de su marido, el único hijo del general confederado Fairfield (solvente James Kirkwood). Desde entonces, el pueblo y el mismo general repudiaron a la mujer quien confió el cuidado de su hija Lucy al doctor Lake, gran amigo de «Billy» Priest. La señorita Lucy ha crecido sin saber nada de lo sucedido.

En este mismo tiempo, por cierto, la sensible y hermosa joven ha enamorado a Ashby Corwin (apuesto y bien John Russell), un galán elegante y de buena familia, aunque con fama de juerguista, pero con un corazón noble.

A renglón seguido vendrá el funeral de la señora. El mayor Habersham será el primero en desafiar los prejuicios de la comunidad, colocándose junto a Priest para seguir al carruaje con el féretro. El joven Ashby también se une a la comitiva y acompaña a la joven, que también se ha añadido, por las calles del pueblo en dirección al templo.

El episodio del funeral es un momento cumbre. La carroza fúnebre avanza lentamente tirada por caballos, detrás va Priest, con la Biblia en una mano. El carruaje lleva a varias prostitutas. Entre ellas, Mallie Cramp (Eve March). Lucy ha salido y se ha colocado delante de los caballos y luego se sienta con el cochero negro. Ashby no tardará en aparecer. Priest hace las funciones de predicador.

La escena en la iglesia es antológica. En ella el juez decide dar el responso y hacer la oración, por la negativa miedosa y cobarde del pastor del pueblo.

Lee el pasaje de la adúltera de San Juan (Jn 8: 1-11), cuando «Los escribas y fariseos le llevaron a una mujer pecadora diciéndole: “Señor, esta mujer está en pecado. Según la ley de Moisés debe ser lapidada. ¿Qué dices tú?” Y Jesús se puso a escribir en el suelo (…)».

Cuando está a punto de finalizar con las palabras de Cristo, aparece el general Fairfield y se sienta junto a Lucy. Al fin ha comprendido que debe acompañar a su nieta, a la que había ignorado hasta entonces.

Priest continúa: «Al fin se irguió, y mirándolos a los ojos les dijo: Aquél de vosotros que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. (…): “Mujer, ¿dónde están aquellos que te acusaban? Y acaba el Señor: tampoco yo te condeno”». Conmovedoras palabras del nuevo testamento, vibrante episodio para una difunta que al parecer fue también infiel.

Tras su victoria en las elecciones, el juez recibe el homenaje de la comunidad, que desfila delante de su casa: la orquesta municipal, los excombatientes del Sur, las mujeres, con Mrs. Aurora Ratchitt a la cabeza. Todos con banderas de la Confederación, pero orgullosos al mismo tiempo de ser ciudadanos estadounidenses.

Por último, aparecen Lucy Lee y Ashby. Están a punto de entrar en la vivienda, pero Lucy Lee contiene a Ashby. «Billy» se aleja por un largo pasillo, abriendo una puerta tras otra. Su silueta se distingue hasta que desaparece al doblar una esquina. Esta perspectiva destaca su grandeza, pero también su soledad.

La película acaba con un plano lateral de la casa de «Billy» Priest, con Jeff sentado en las escaleras del porche tocando su armónica.

Late en este filme una estela poética de ricos mensajes sociales e importantes lecciones para quien las quiera ver y escuchar.

Publicado en revista Encadenados: https://encadenados.org/monograficos/no-109-monografico-el-otro-ford/el-sol-siempre-brilla-en-kentucky-the-sun-shines-bright-1953/