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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Drama. Romance Irlanda, 1916. Cuando Charles (Mitchum), un maestro rural viudo, vuelve de Dublín a su aldea natal, Rosy (Sarah Miles), una muchacha muy impulsiva, se encapricha con él y no parará hasta llevarlo al altar. Pero el matrimonio fracasa: Charles es un hombre maduro y sosegado mientras que su esposa es una joven muy apasionada y romántica que acaba enamorándose de un oficial inglés con el que se ve en secreto. (FILMAFFINITY)
7 de marzo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Lean fue un director de talla, uno de los mejores directores de la historia del cine, y además, creo que un director consecuente; un gran legado de la cultura británica al cine. Además, no se prodigaba en películas, pero sí dirigió algunas muy significativas por su calidad y por haber pasado ya a la historia de Séptimo Arte definitivamente: El puente sobre el río Kwai, 1957; Lawrence de Arabia, 1962; La historia más grande jamás contada, 1965; Doctor Zhivago, 1965; o Pasaje a la India, 1984, su último film. Pero antes, en 1970 rodó La hija de Ryan, y tras esta película estuvo catorce años retirado del cine por el inexplicable fracaso de esta cinta que es, desde mi opinión, una genial e incomprendida obra.

La historia cuenta la vida de Charles (Robert Mitchum), un maestro cuarentón y viudo que decide volver a su aldea natal, cerca de Dublín, en la Irlanda de principios de siglo (1916). Allí se casa con la joven Rosy (Sarah Miles), mujer bella, instruida y con un aire de distinción. Pero las cosas no saldrán bien.

Magistral dirección de David Lean que sabe jugar con los ingredientes dramáticos de la historia a la perfección. Es una dirección parsimoniosa, que se concede tiempos amplios para el goce y el deleite. Gran guión escrito por Robert Bolt que narra perfectamente, tanto el conflicto íntimo de los personajes como el conflicto histórico que enfrenta a Irlanda con Inglaterra. Excelente música de Maurice Jarre que aporta dramatismo, aires románticos y toques épicos contra la opresión que incluye fragmentos de Beethoven, que evocan la libertad, el amor y el júbilo; también melodías celtas en pro de la identidad nacional irlandesa; y fanfarrias militares que elogian el levantamiento irlandés de 1916. Y una excepcional fotografía de Freddie Young, que parece acariciar los paisajes, es detallista, con maravillosos planos de profundidad y primeros planos que resaltan la elegancia de Rosy o la adusta expresión corporal de Michael.

El reparto es de auténtico lujo. Un soberbio y ponderado Robert Mitchum del que Lean saca el mejor partido en un rol que roza lo trágico. Sarah Miles no sólo está guapísima, sino que su bis dramática de despliega en su papel de alocada muchacha de pueblo con total credibilidad. Cristopher Jones, en el papel del Mayor Doryan, un apuesto militar mutilado de guerra, hace igualmente de diez su papel. Y no digamos de Trevor Howard, brillante en su papel de enérgico sacerdote católico, el padre Collins, en una aldea católica, con fuerte ascendente sobre los parroquianos. Muy bien John Mills, que conseguiría una estatuilla Oscar al mejor actor secundario en el papel del pobre retrasado del pueblo. Y le siguen en gran equipo de actores y actrices Leo McKern, Barry Foster, Marie Kean, Arthur O´Osullivan y Gerals Sim. Estupendos todos/as como caracteriza la calidad de los actores británicos.

Para mí, esta película sigue siendo, a pesar del tiempo transcurrido, una joya de la cinematografía, con personajes que llaman la atención, unos por su decisión, confianza y resolución, como indómito el sacerdote del pueblo; otros por sus temores y angustias, tal el oficial inglés; otros por su ambigüedad y apocamiento, como el maestro, papel en el que Robert Mitchum aporta una inagotable gama de recursos interpretativos en un auténtico recital de contención, de parquedad expresiva, como tiene que ser; otros personajes por su fogosidad e ímpetu, como la joven esposa, Rosy; y del tonto, qué decir, es como el eje que vertebra la historia, pues está en todos los escenarios posibles del film y de todo sabe y se da cuenta.

Es una película clásica, un melodrama en toda regla, de época, con un regusto a superproducción de las de siempre, a lo Lean, de planos extraordinarios para los que el Cinemascope se justifica plenamente. Y, curioso, en aquel año setenta lo que se llevaban eran películas edulcoradas tipo Love Story (1970) de Arthur Hiller, o películas de drogas, o policiales y de gánsteres, y tal vez por eso fracasó esta obra de Lean. Sin embargo sigue vigente, en tanto otras de moda en ese entonces han claudicado al paso del tiempo. Así, esta esta maravillosa cinta de Lean, es un ejemplo de amor por un estilo que hoy ya nadie ha sido capaz de recuperar.
Kikivall
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