Las fans de Sexo en Nueva York están de enhorabuena. Aquí tienen otra dosis de lujo trascendental de pacotilla y de preocupante inmadurez emocional.

La prota decide dejar atrás su mundo para pasarse un año sabático “buscándose a sí misma”, que es una expresión muy estúpida, pero existe. Bien. Para acometer tal empresa lo primero que se propone es pasarse 4 meses comiendo como Dios manda, y Dios manda en Roma, que para eso vive allí. La elección está bien, porque en Italia está todo muy bueno, sobre todo el novio de su amiga, pero vamos, que ya le podía haber dado por disfrutar un poco del arte renacentista, o del etrusco, o por echar alguna monedita en una fuente, o algo. Ésta tía sólo piensa en zampar y, para eso, mejor se hubiese ido a otro sitio. Yo le hubiese recomendado San Sebastián, pero claro, los yanquis no saben dónde está eso, a no ser que les llamen para darles un premio (tal vez merecido… tal vez no)

Tras ponerse gocha a pizza, se larga a la India. Está bien pensado, porque entre las diarreas que pillan allí los extranjeros desprevenidos y toda la sangre que te chupan los mosquitos, es un destino ideal para recuperar la línea.

El tour termina en Bali… pues vali. Allí, la nena termina su tratamiento tirándose a Bardem. Parecía tonta… y lo es, pero de que se lo sabe montar, no cabe duda.

Lo más destacable de esta insustancial guía de viajes es lo fea que sale la Roberts, no me explico por qué. La próxima vez, corazón, cuando quieras que tu vida funcione, prueba a ligarte a hombres que te aporten algo, o a no ligarte a ninguno, en vez de casarte con tarados y enrollarte con niñatos aburridos que adoren a Shiva. Y apáñate el pelo, tía, que se nota que tienes pasta para mascarillas.

Lo peor de la película no es encontrarse aquí a Bardem, ni lo paleto de su planteamiento, ni que los yankis piensen que en Italia no existen las calderas y que tienes que pedir los cafés como si fueses un broker de Wall Street, no... Lo peor es que se hace ETERNA, como Roma.