Sí, sin ninguna duda ese el mayor problema, la tarjeta de identificación del filme, es el chaval protagonista, Ivan, (justamente el que peor actúa de los cuatro, con diferencia) dejando grafitis al son de bacalao machacón y estúpidas (tres veces más de lo normal) conversaciones entre adolescentes. Aunque arranca bien; parece que va a lograr presentar con entereza e incluso con alguna que otro virtud lo que se propone, la búsqueda de la redención de ese ambiente marginal por parte de cuatro jóvenes en una complicada edad, al final se acaba enreversando más de lo debido, lo que sabes que va a ocurrir tarda demasiado en materializarse, y la evolución es cuanto menos desproporcional, pues lo que parecía que iba a ser un digno retrato se queda en una sensacionalista inmortalización de tópicos que no es abordada ni con la dureza ni con el áspero tacto requerido en este tipo de filmes. Comprendo que la pretensión de César Martínez Herrada fuese la de entregar un producto no demasiado inhumano ni desgarrador, sino que en sus planteamientos se encontraba algo más ligerito, pero la película a pesar de ser correcta no me ha logrado emocionar. Y para mi gusto personal, peca demasiado de una reiteración monótona de los sucesos en vez de tratar profundizar hábilmente en los detalles, algo propio de una cámara adulta.