Sin palabras me deja el número de natación sincronizada que protagonizan los preciosos (aunque digitalizados) lechones de la granja. Son muy astutos, sí señor.

«La niñera mágica y el Big Bang» deberían verla todos los niños y, de paso, todos los adultos, puesto que, ya que no hay niñeras tan estupendas como la señorita McPhee, tendremos que ser los demás quienes apliquemos algunos de sus métodos para la crianza de nuestros monstruitos. La pena es que no contamos con un bastón mágico, pero si le echamos imaginación (una de las virtudes básicas en la película) quizá consigamos sacar lo mejor que hay dentro de los peques y lo mejor que hay, también, dentro de nosotros mismos. Así, puede que todos aprendamos la importancia de la bondad, la valentía, el carácter y la fe, valores que la película condecora con toda justicia. Gracias, McPhee, por no olvidarlos.

Hay que destacar la presencia del guapísimo Ewan McGregor, quien con unos cinco minutos aproximadamente de interpretación ilumina la escena, sobre todo cuando sonríe. El otro hombre de la casa es el siempre enigmático Ralph Fiennes, aquí con bigote y peinado relamido, lo que no le favorece, pero de impresionantes ojos y mirada; cuánta clase tiene. De Emma Thompson decir, simplemente, que está magnífica.

Entretenida, desenfadada y simpática. Vamos, para toda la familia.