Comenté en el anime «Itazura na Kiss» la tendencia a tratar a las personas como si fuesen perritos. Pues bien, en «Ookami Shoujo to Kuro Ouji» nos encontramos con una total reafirmación de la condición perruna de la mujer respecto a su amo el hombre. Ya no hay disimulo ni solapamiento. Ahora se dice abiertamente y se acepta la misión de ser perro para mover la colita y levantar las orejas ante el chico que te gusta, que por supuesto te ve como lo que eres: su mascota. Para los que estáis confusos con lo que estoy diciendo explicaré un poco la situación que se plantea en «Ookami Shoujo to Kuro Ouji».

La protagonista es Erika, la típica chica de instituto moderna que es una chichona, habladora, infantil, torpe, desesperante, arrastrada y poca cosa que tendrá..., bueno, eso de «tendrá» entre comillas, porque realmente podría salir de la situación si tuviera algo de cerebro...; como digo, «tendrá» que pedirle ayuda al típico guaperas petardo, Kyoya, el aparente príncipe perfecto por el que suspiran todas las chicas. Cuando esto ocurra Erika descubrirá que en realidad el tal Kyoya es un enfermo tipejo de cuidado que la quiere tener, literal, como su perro y/o esclava. En otra clase de género o producto le pondría un collar de perro, pero como estamos ante un shojo pues la cosa se queda solamente en insultos, desprecios, humillaciones, borderías e imposiciones varias que harán que Erika, por supuesto, se enamore de él locamente. Hay de todo en este mundo.

La serie tiene doce capítulos que adaptan un manga mucho más largo que desarrolla más la vida de los personajes. La verdad es que sería curioso ver cómo sigue la cosa, porque aquí nos quieren hacer creer que Kyoya es en realidad un chaval estupendo, y es verdad que va relajando su maltrato a medida que avanza la historia, pero ni mucho menos está justificado su comportamiento anterior ni desde luego vemos un cambio real en el tipo de relación que mantienen Erika y él. Es decir: que ella ha sido, es y será siempre su perro. Ser perro es una actitud. Es la actitud de someterse, de acatar, de callar, de mendigar un poco de amor, un gesto tierno, una palabra amable o una cita que te haga feliz. Erika aguanta lo que sea porque está enamorada y se conforma con los huesos de la cena que su amo le dé sin sentirse con derecho a nada y con el deber de todo.

A mí esto me produce una repugnancia bárbara, como comprenderéis, y lo que me asusta es que una historia como esta esté hecha por una mujer para mujeres. Estamos locas, ¿o qué? ¿Qué tenemos en la mente? ¿Qué deseos ocultamos? ¿Qué tipo de hombre nos gusta? Niñas, no os dejéis engañar: un hombre no va a cambiar por ti y me atrevería a decir que no tiene por qué hacerlo; eres tú quien debe huir de él y mandarlo a paseo.

Mujeres, no somos perros.