En realidad «Nicky, la aprendiz de bruja» no me parece peor que otras tantas obras de Miyazaki, pero se ve que el público sí ve diferencias, no tanto por la nota que tiene sino por ser la menos conocida de sus obras. Veamos.

«Nicky, la aprendiz de bruja» trata de una bruja de trece años que se va de casa siguiendo la tradición de su estirpe... para ponerse a trabajar y ganar dinero. Precioso. Nicky vivirá aventuras tan apasionantes como encender un horno de leña, hacer un reparto o tomarse una taza de café con una amiga. De verdad que no he podido estarme quieta en el asiento de lo emocionante que es todo...

La vida cotidiana, bien contada, también puede ser algo maravilloso si sirve para mostrarnos algo superior, pero desde luego «Nicky, la aprendiz de bruja» no llega ni de lejos a transmitirnos a través de la vida de esta niña mensajes o ideas preciadas. Supongo que su intención no es apasionarnos, sino que quiere otra cosa. ¿Qué otra cosa? Me cuesta decirlo, porque es que yo no veo nada en esta historia. ¿Una intención feminista, un viaje de maduración, una reafirmación de independencia...? Poco importa ante semejante inoperancia en la trama, en los personajes, en el tono, en el estilo, en las emociones...

Vuela y no vuelvas, anda.