Es curioso que siendo esta película tan violenta (en el sentido más amplio de la palabra) la primera palabra que me venga a la mente cuando pienso en ella sea "poesía". Porque Park Chan-wook construye un auténtico poema visual a través de unos personajes que ven cómo su vida, sus motivaciones y deseos, caen en picado. Quien haya visto la serie "Breaking Bad" y comprenda el significado de su título, entenderá a qué me refiero con esa "caída en picado" que sufren los protagonistas de ambas historias, con los que es fácil empatizar a pesar de los despreciables actos que llevan a cabo.

Hay aquí algo de ese humor negro, negrísimo, que impregnaba a la mencionada serie, pero a veces está tan bien dosificado y camuflado que puede pasar desapercibido para algunos. Y no nos engañemos, este film es duro como él solo, la antítesis de lo comercial en su forma y fondo, y en el que podemos pasar de la indiferencia a la alegría y de ahí a la tragedia en unos instantes. No quiero contar más detalles, pues es mejor dejarse llevar por las bellas imágenes de esta película (¿cómo pueden conseguirse unos escenarios tan sórdidos y luminosos a la vez?) sin saber muy bien a dónde nos llevan.

No es perfecta, puede que a veces se eche en falta algo de ritmo, pero las dudas quedas sumergidas bajo una ola de planos y secuencias apabullantes, que te impiden despegar los ojos de la pantalla y sellar un labio con otro. Algunas de esas secuencias harían temblar a Tarantino, otras le harían sentir picores de gusto (ahí lo dejo para quien lo recoja), todas sobrecogen y sorprenden.

Me quito el sombrero ante esta obra de arte.