Audrey Hepburn se arriesga en un papel que la llevó donde nunca antes había estado en toda su carrera; un personaje caótico, claustrofóbico, autodestructivo y en busca de sí misma. Son constantes las voces en off recordando conversaciones anteriores con las otras monjas, el doctor, su padre, e incluso monólogos interiores de la misma Hepburn. Andar cerca de las paredes ( imponentes durante toda su estancia en el claustrofóbico convento) guardar silencio ( "podrán engañarnos a nosotras, pero no a ustedes mismas ni a Dios") y ni siquiera tomar un vaso de agua sin permiso son algunas de las prohibiciones que vivirá la hermana Luke. Y es que nuestra protagonista se enfrenta a un desafío mucho más complicado que representar a una joven guapa, ya sea una princesa, cenicienta o desenfrenada. Acá el duelo interpretativo no es con Holden, Bogart o Grant, sino consigo misma y lo acarrea durante dos horas y media con una voluntad tremenda, tanto, que nos hace sentir el dolor, la tensión y la culpa de la atormentada monja, en lo que, al menos para este usuario, es el papel de su carrera. Para no alargar este comentario (insisto, no es una crítica) sólo diré que por favor noten el momento en que se saca la vestimenta religiosa; su rostro, su pelo, su piel, se nota como se le han venido los años encima, ni siquiera cierra la puerta al salir del convento. Zinnemann deja la cámara fija y somos testigos de una liberación escuchando sonar el timbre y viendo esa puerta abrirse como si se tratara de una prisión liberando a una ex convicta. En resúmen, una gran película y la mejor actuación de la carrera de una de las diosas del cine en la segunda mitad del siglo XX.

PS: A los que pensaban en Zinnemann como "uno más de los directores de industria", me gustaría saber que opinan de la manera en que se maneja dentro de las paredes, las tomas "poco Hollywood" de los bebés en fila sentados en sus bacenicas, el uso de los espejos, los movimientos y cierres de las puertas, todo orquestado para llevarnos al plano que el director busca, acompañado por la inmensa fotografía de un Franz Planer tan inspirado como de costumbre. Por favor revisiten a Fred Zinnemann ya que no se encontrarán con otra cosa que no sea el gran cine.