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Voto de Cinéfilo de mierda:
5
Comedia. Infantil Kevin McAllister es un niño de ocho años, miembro de una familia numerosa, que accidentalmente se queda abandonado en su casa cuando toda la familia se marcha a pasar las vacaciones a Francia. Kevin aprende a valerse por sí mismo e incluso a protegerse de Harry y Marv, dos bribones que se proponen asaltar todas las casas cerradas de su vecindario. En cuanto su madre lo echa en falta, regresa apresuradamente a Chicago para recuperar a su hijo. (FILMAFFINITY) [+]
26 de enero de 2018
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Vaya por delante que las circunstancias me obligaron a “disfrutar” de este clásico de los noventa, y ya que mis padres tuvieron a bien no condicionarme psicológicamente en su momento, decidí darle una oportunidad ahora que los mensajes del audiovisual pasan por un filtrado más exhaustivo en mi cabeza. Por si alguien ha vivido los últimos 20 años metido en una cueva, esta película habla de un niño pequeño al que sus padres olvidan en casa en navidad. Fue la obra que catapultó la carrera de un jovencísimo Macaulay Culkin e influenció enormemente, y sin pretenderlo, en la industria cinematográfica y en la sociedad. Aunque ya se habían hecho ciertas inmersiones en el género, “Solo en casa” asentó el filón de las películas navideñas familiares y supo encontrar el lenguaje y los elementos necesarios para reventar en taquilla y provocar una oleada de imitadores considerable; sin contar con el posterior debate que abrió sobre las estrellas de cine menores de edad, mostrando la cara más oscura de la fama.

Si nos centramos en la cinta en sí misma, “Solo en casa” se sustenta sobre un guion sólido que funciona como un mecanismo de relojería perfectamente funcional, pero nada innovador. Su estructura sigue todos los cánones de las aventuras de los ochenta y no hace nada por ocultarlo, aunque por la particularidad de la propuesta imagino que en su momento resultó fresca e innovadora. Todos los elementos saben girar en torno a una idea fácilmente identificable, pero algo escasa de recorrido y trasfondo: en este caso, el querer a tus familiares y el perder el miedo como muestra de madurez. Todo opera a la perfección, y los autores saben cómo trasmitir esos conceptos a los más pequeños -muchas veces, introduciéndolos en el diálogo de forma explícita- y cuándo ofrecer momentos de distensión o reforzar momentos catárticos -aunque el pasaje eclesiástico esté ya super manido-. Esta filosofía no permite conectar del todo con los personajes y sus devenires, pero garantizan que la obra sea muy sencilla de ver, de interpretar y de asimilar; como una especie de dardo perfectamente lanzado hacia las dianas, que son los niños (¿en serio he escrito esto?). Para equilibrar la balanza y que el padre de familia no se aburra mientras sus hijos se ríen a carcajadas con una sucesión de caídas tontas y golpes en los testículos, personajes como el de O’Hara o el anciano adquieren un arco que proporciona otro nivel de lectura, que lejos de únicamente complementar al principal, aportan matices a la historia y ayudan a que cada miembro del núcleo familiar se vea representado.

En cuestión de dirección, Columbus tiene poco que aportar. Tras tragarme recientemente toda la saga de Harry Potter, de la que el susodicho dirigió las dos primeras entregas, he notado cierta obsesión por su parte de buscar los rostros más enternecedores de los protagonistas. Y no hay duda de que son chiquillos guapos que favorecen a cámara, pero quizá su trabajo se ve lastrado bajo esas pretensiones. También hay ocasiones en las que el personaje de Culkin parece conocer dónde se encuentra el espectador, lo que me parece un recurso expresivo que choca con el estilo invisible que guía la película. Sin embargo, si que noto cierta inteligencia a la hora de narrar con las imágenes, aunque carente de sentimientos.

Y es que uno de los mayores problemas de la película es ese: a mi parecer, abandona toda la connotación artística del medio y lo reduce a ser, únicamente, industria. Es cierto que conserva el mensaje y ciertos recursos expresivos, pero el tiempo ya se encargará de reducirlos tanto que acaben resultando accesorios o nulos. Lo que queda es una obra que ha resultado memorable de casualidad, aleatoriamente, como tantas otras obras de culto. Comprendo su existencia y que resulte entretenida, pero creo que más allá de eso no tiene mucho más mérito.
Cinéfilo de mierda
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