Esparza se fue de Alcobendas (Madrid) a los USA porque quería ser cineasta. Su opera prima "Aquí y allá" (2012) se llevó el FIPRESCI en Cannes y demostró una vez más que el talento no esta ligado al presupuesto. Esparza no ha conseguido más dinero para este su segundo trabajo pero le sigue sobrando talento. Su cine, realista, social, con actores no profesionales, según sus palabras busca atrapar la realidad en el mismo proceso de la ficción y si hay que olvidarse del guión preestablecido pues se olvida. Las penalidades y tragedias cotidianas de millones de personas que diariamente luchan muy duro apenas para sobrevivir en sociedades que presumen de democráticas y avanzadas son el caldo de cultivo de sus historias. La vida de un inmigrante mexicano fue su primera mirada y ahora la posa en la comunidad afroamericana al norte de Florida.

Una madre coraje (casi siempre son madres y no padres) saca adelante a sus hijos sacrificando su propia felicidad en un entorno donde la adolescencia de un joven negro siempre conlleva un factor de riesgo elevado en una sociedad norteamericana que en el fondo nunca ha dejado de ser racista y machista tanto a pie de calle como en sus instituciones. Desgraciadamente no son una excepción en el mundo en que vivimos. La opción narrativa de Esparza opta con buenos resultados por una composición de pedazos de realidad de retazos que conforman un todo donde lo importante es lo que esta pasando delante de la cámara y no detrás. Descubrimos de paso a una excelente y muy prometedora Regina Williams que borda su papel y nos transmite sin ningún tipo de afectación la fuerza que hay que tener para ir encajando los golpes de la vida e intentar disfrutar de lo que tienes. Mención aparte la sobresaliente fotografía de Barbu Balasolu con el que repite el director en un tandem fructífero.

Uno no sabe si desearle a Esparza más suerte en la financiación de sus futuros y deseados nuevos trabajos porque hasta la fecha es un experto en dar el máximo con el mínimo.

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