Tras joderle la infancia a medio planeta (para jodérsela al otro medio, aún nos tenía reservada “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”, pero aún no sospechábamos de sus maquiavélicos planes de traumatización mundial), Lucas se puso algo más las pilas, y se esforzó por, dentro de sus limitaciones, ofrecer algo más digno, aunque ciertamente sonrojante por momentos.

¿Qué sacamos en claro tras el batiburrillo del episodio 1: la fantasmada de Lucas? Que lo que había que sacar en claro, podría haberse contado en 5 minutos: unos jedis van a parar accidentalmente a Tatooine, encuentran un crio con un gran potencial y se lo llevan a entrenar de aquí en adelante. Porque todo lo demás buena falta hacía, la virgen. Pero en fin, vamos al segundo round.

Seguimos navegando por las aguas de la mediocridad, pero apuntamos mejores maneras. Larga e insustancial, pero hay que reconocerle más y mayores aciertos que su precedente. Estos son: parte del principio de la persecución de altos vuelos, la pelea Obi Wan- Jango Fett y su posterior combate espacial, el reencuentro con la madre y posterior venganza de Anakin, sorprendentemente dramática, Christopher Lee, el coliseo con monstruos harryhausenianos y el inicio de las guerras clon.

Como deleznables defectos: esa visión de jedi-madero (“No se metan, asuntos jedi ...¡ja ja jajj!), absolutamente toda la ridícula parte romántica entre la Amidala y el futuro Vader, los aburridos pasajes de la investigación de Obi Wan, la insoportablemente repelente actuación de Hayden Christensen, toda la ridícula trama clon (los soldados imperiales, clones del padre de Bobba Fett, no me jodas …), la parte “¿dónde está mi mando?” de la fábrica de robots y ese Yoda que pedía la sobriedad de un gran maestro.

En cambio, cogieron una rana con una ristra de guindillas metida en el ojete y le dieron un rotulador verde fosforito para combatir con un anciano de 80 años. Lucas, metiéndola doblada, eres único.