Hay pocas sensaciones más placenteras que la de salir del cine con una sonrisa de oreja a oreja sabiendo que, de entre la decena de estrenos que llega a nuestras carteleras cada semana, has escogido la película correcta. Porque Wes Anderson lo consigue otra vez (y ya van unas cuantas), sin traicionar su estilo particular, su composición de planos, sus originales historias… ‘Isla de Perros’ es otra muestra más de lo que este habilidoso director es capaz de realizar.

Tras ‘Fantástico Sr. Fox’, ha decidido volver al terreno de la animación para hacer un poema Haiku al mejor amigo del hombre: el perro. Con un gusto exquisito por el detalle en cada una de las secuencias que envuelven el film, nos sumergimos en una historia digna de cómic (sencilla, adornada con algún que otro flashback), con Megasaki City y la isla como telón de fondo para contar las peripecias de los distintos, carismáticos e ingeniosos protagonistas caninos.

Según avanza la trama, te das cuenta de que no hay un solo detalle que esté puesto al hacer, ni un comentario que no funcione, nada que se salga fuera de los límites que su creador ha dejado claros al principio de la cinta. Me encanta, por ejemplo, el hecho de entender a los perros pero no a los japoneses, haciéndote más participe. Está tan trabajada y pensada, que el espectador solo tiene que sentarse en su cómoda butaca y disfrutar. Por ponerle alguna pega, puede ser que el ritmo decaiga en algunos tramos merced a los flashbacks, pero tampoco es un gran defecto.

Mención aparte vuelve a tener la banda sonora de Alexandre Desplat (aunque, en mi opinión, es superior la de ‘El Gran Hotel Budapest’) acompañando cada momento de la aventura.

Si me ha parecido una de las mejores películas de lo que llevamos de año lo digo y punto, porque la satisfacción que me ha dejado ‘Isla de Perros’ es difícil encontrarla hoy en día.

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