La ley en el Far West se establecía sin demasiados preámbulos, solo era necesaria la presencia de alguien a quien se considerara juez, una turba exaltada, una buena soga y un árbol, tras el fallo por aclamación popular el desenlace era cuestión de minutos, eran buenos tiempos para los enterradores de la zona que estaban siempre ocupados.

William Wyler nos regala un largo metraje de primer nivel, no es un western al uso ya que se añaden algunos ingredientes novedosos como el de la figura de un juez hecho y nombrado así mismo que es al tiempo el cantinero encargado de mojar el gaznate de todos sus parroquianos enamorado de su propia “Dulcinea” cuyo recuerdo le aproxima al paroxismo total.

Un auténtico lujo las actuaciones tanto de Gary Cooper como de Walter Brennan en el papel del juez Roy Bean con unas situaciones y diálogos entre ambos peculiares y dignos de ser vistos.