Película necesaria para culminar la descripción de la figura de Sherlock Holmes. La trama podría resumirse como una exaltación de la emocionalidad. El prestigioso detective desmonta, como valiosa lección vital, la oposición clásica de razón frente a sentimiento, comprobando por sí mismo que incluso el más lógico de los razonamientos será siempre inútil si se le desvincula de su componente emocional.
Sorprende, en cambio, la superficial aproximación a la personalidad del personaje interpretado por Hattie Morahan. Sus percepciones, aspecto clave en la catarsis que se produce en Holmes, son colocadas en un lugar de total irrelevancia. Es el propio Holmes quien paradojicamente olvida la lección que nos pretendía enseñar, y se permite extraer su propia conclusión, con dudoso atino, sobre las aspiraciones y voluntades de aquella mujer desdichada. Queda así sin resolver la pregunta fundamental del caso: ¿Qué sentía ella?