Al contrario de la saga literaria escrita por Jeff Lindsay, (profesor de literatura afincado en Miami y casado con una sobrina de Ernest Hemingway), de la cual el primer libro fue plasmado prácticamente tal cual en la magnífica primera temporada, tomando como base y siendo fiel al segundo libro, hasta la mitad de este y volando por libre a partir de dicha mitad, nos encontramos con una no menos magnifica segunda temporada, el tercer y último libro hasta la fecha, da muestras de tener la formula completamente agotada, mientras que la trama de la tercera temporada, (afortunadamente, absolutamente divergente de la literaria), supone todo un ejercicio de imaginación por parte de los guionistas, consiguiendo con creces, la difícil tarea de mantener el tono sin llegar a mostrarse repetitiva. Tenemos a un Dexter, abocado sin remisión, por aquello de la imagen que debe transmitir a la sociedad y una cierta complacencia, al matrimonio, que por primera vez en su vida cree descubrir sentimientos de amistad con el ayudante cubano del fiscal y preboste de la comunidad, (espectacular Jimmy Smith), llegando a confiarle sus secretos con las imaginables consecuencias en que todo eso puede derivar. Todos los demás personajes de la comisaria evolucionan en sus historias personales, contando como novedad con un misterioso policía, nuevo compañero de Deb, una agente asiática de asuntos internos que no tiene mucho peso en la trama y un enigmático jardinero nicaragüense, (Benjamin Bratt, el atormentado pintor yonqui Cruzito en Sangre por sangre de Taylor Hackford 1993). Terceras partes si fueron buenas.