Uno de los director contemporáneos más importante es Damien Chazelle. Con 4 películas, el joven realizador estadounidense fue poniendo una huella en el terreno del cine. Tomando notoriedad el 204 con Whiplash, en donde mostró su amor por la música. Luego siguió La la land, un musical que rinde homenaje al género y confirmaba. Ahora cambia completamente el tono de sus 3 películas anteriores y trae esta, que además de recordar el alunizaje es un retrato existencial de la vida de Neil Amstrong.

La verdadera fuerza de esta película no se encuentra en mostrar escenas emocionantes de efectos visuales, lo que sorprende es la belleza desgarradora que guardan las escenas cotidianas de la vida de Neil. Primeros planos muestran el talento Ryan Gosling, personaje contemplativo y silencioso, recordando mucho a su interpretación de K en Blade Runner 2049 el año pasado (cinta en la que su personaje comparte rasgos similares con Neil). Nuestro anti-héroe se resigna luego del fatídico suceso que afronta, para poder emprender una misión que pone en riesgo su vida, y su estabilidad familiar. Pero a la vez siendo un medio de superación y de duelo.

La que podría haber sido una cinta propagandística y de exaltación estadounidense Chazelle lo convierte en un relato profundo y serio. La capacidad actoral de Gosling y Foy y el montaje detallista y preciso dejan escenas de fuerte carga emocional. Chazelle ha traído su mejor película luego de Whiplash un relato elíptico e hipnotizante desde el primer momento. Justin Hurwitz, compañero inseparable de Chazelle no se queda sin merito, ahora logra aumentar las dosis de tensión y crear climas en las película, sin llegar a convertirla en efectista.

Una pena que haya sido prácticamente ignorada en las nominaciones a los Globos de Oro, y dando preferencia a cintas que claramente no se merecían estar allí. Pero no necesita ningún premio para dejar de ser estupenda.