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Voto de Chris Jiménez:
8
Drama. Fantástico Jean empieza a trabajar como ayudante de un fotógrafo obsesionado con el arte arcaico de los daguerrotipos y atormentado por la muerte de su esposa, cuya presencia aún se nota entre las sombras. La primera película que Kiyoshi Kurosawa realiza fuera de Japón mezcla romanticismo e intriga, prolongando con naturalidad la concepción que el cineasta tiene de lo fantasmagórico. (FILMAFFINITY)
14 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean espera sentado en el vestíbulo de la mansión, en silencio. De repente, la cámara se aleja de él y se desliza parsimoniosa sobre las escaleras hasta enfocar una habitación que desconocemos, y cuya puerta parece abrirse poco a poco a nosotros, invitándonos a entrar en ella...

No han pasado ni cinco minutos de metraje y ya podemos palpar el misterio en la atmósfera. Un buen aviso de que el talento de Kiyoshi Kurosawa para helarnos los huesos sigue intacto. Lo cierto es que el nipón siempre ha conservado dicho talento, y es que, desde que hiciera "Sweet Home" a finales de los '80, pocos realizadores han sabido manejar la intriga y el terror con tanta sensibilidad como él, por algo su obra ha despertado tanta admiración entre los seguidores del género y títulos como "Kairo" o "Loft" se han convertido ya en principales referentes para el "j-horror".
Pudiendo ser nombrados una numerosa cantidad de directores que se han influenciado de su estilo (como Takashi Shimizu, Takeshi Furusawa, Sion Sono, Hideo Nakata o el mismísimo Takashi Miike). Tras la irregular pero no menos interesante "Journey to the Shore", Kurosawa entraría con buen pie en el 2.016 empezando con "Creepy", la cual marcaría su regreso triunfal al "thriller" de suspense y acabaría posicionándose entre sus mejores trabajos, pero aún más sorprendente fue la decisión del director de embarcarse, ese mismo año, en un proyecto fuera de su país natal por primera vez.

El guión, escrito por él mismo, encontraría el lugar de la acción en Francia, derivando en una producción francesa-japonesa resultado de la asociación entre Michiko Yoshitake y Jérome Dopffer. Esta historia de amor y suspense da comienzo cuando el joven Jean es contratado como asistente por Stéphane, un paranoico y otrora prestigioso fotógrafo que vive en una mansión en las afueras y que poco a poco ha ido perdiendo la razón a causa de la muerte de su esposa Denise. Jean terminará enamorándose de la hija de Stéphane, Marie, y decide a ayudarla en una empresa bastante complicada:
Vender la propiedad y mudarse juntos a Tolousse...no obstante, extraños acontecimientos sucedidos en la mansión trastocarán la vida de los tres protagonistas, cuya percepción de la realidad acabará confundiéndose. Encontrando puntos en común con "Jennie", el clásico de los '40 de William Dieterle, e influenciado por el cine de su admirado Hitchcock y presentando un estilo que puede evocar a Polanski, Chabrol, Hossein e incluso a Bergman (todo en una vena muy europea), Kurosawa crea una bella y extraña combinación de drama e intriga mientras trae a colación uno de los temas más recurrentes de su cine.

Y es, cómo no, la posibilidad de una mística confluencia entre el mundo de los espíritus y los seres humanos, y la posibilidad de éstos para compartir el mismo plano de realidad, lo que remite directamente a anteriores films del director como "Kairo" o "Journey to the Shore" (con la que hay más de un paralelismo). Como todo buen poeta de la imagen que se precie, Kurosawa insinúa lo escondido y practica la interpenetración de lo visible y lo invisible. Su romántica fantasía se presta a diversos símbolos y metáforas y atribuye una identidad a la naturaleza de lo fantasmagórico.
De hecho, todo el film se encuentra bajo el signo de la premonición, de la amenaza, de lo irracional engarzado en lo cotidiano, haciendo gala de lo inquietante y sumergiéndonos así en un mundo donde todo es misterio, desde que la etérea figura de Marie sube lentamente por los escalones ante el expectante Jean. La propia mansión, en cuyos rincones se esconde la letanía de un terror subterráneo, ligado a trágicos recuerdos de un turbio pasado y a la presencia de la muerte, funciona como portal de entrada a ese mundo. Lo que impresiona de "Le Secret de la Chambre Noire" es la libertad y fuerza del cineasta para jugar con la aparente linealidad de la estructura narrativa.

Una estructura siempre atravesada por intensidades, trazos que arañan lo irreal, formas que se abren camino en el inconsciente y pesadillas procedentes del más allá. Kurosawa no abandona sus habituales técnicas: maneja con sutileza su cámara, la desliza por el espacio, se detiene a observar los detalles, se esfuerza en crear un ambiente en que su público siempre se sienta confundido y acechado, y su punto de vista con respecto a sus personajes sigue siendo tremendamente objetivo y distante.
Esta norma parece romperse con Jean, que de algún modo sirve de guía para el espectador, y que además termina encarnando esa permanente ambigüedad que se presenta en el film (¿quién vive en una ilusión?, ¿Jean o Stéphane?). Tahar Rahim encarna de maravilla este papel, aunque el protagonismo se lo acaba llevando la delicada Constance Rousseau, cuya presencia es del todo hipnótica; brillante Olivier Gourmet en un complicado personaje que resulta al mismo tiempo escalofriante y detestable.

Aunque el interés de la trama se diluya en ocasiones por la intervención de segundos argumentos y el final acabe siendo de lo más confuso (típico del director), la poética macabra, la mezcla de romanticismo, drama y fantasía y el talento de Kurosawa para hacer sentir terror (basta con acordarse de cuando Denise acecha a Stéphane en el invernadero) convierten a la película, a medio camino entre "Creepy" y "Journey to the Shore", en un elegante y perturbador cuento gótico que apremia al espectador a imbuirse en su atmósfera de inexplicables misterios y sensibles dimensiones.
Chris Jiménez
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