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Voto de Chris Jiménez:
8
Cine negro. Thriller. Drama El teniente de policía Leonard Diamond (Cornel Wilde) persigue al jefe de una organización criminal, llamado Brown (Richard Conte). La amante actual del gángster, Susan Lowell (Jean Wallace), acaba de intentar suicidarse. Al interrogarla en el hospital, le pone en la pista de una tal Alice, nombre que Brown habría escrito una vez ante ella, sobre el vaho de un cristal. Diamond averigua que la mujer de Brown, desaparecida desde hace ... [+]
23 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las calles de la ciudad siempre se manchan con la sangre de inocentes y ese anillo de Moebius que es el círculo del crimen nunca termina pese a los esfuerzos de los agentes de la ley...

Pero desde las sombras siempre hay alguien, un corazón de hielo tirando de los hilos y manejando a todos a su voluntad. Y tiene un nombre: el sr. Brown. La maravillosa década de los '40 fue un nuevo periodo que significó el momento tan ansiado de Joseph H. Lewis de alzarse como director de primera categoría. La culpable, una pequeña perla a la que no se le dio importancia y que cambió un poco el "noir" y, sobre todo, los films de forajidos: "Gun Crazy" (o "El Demonio de las Armas").
Retornará al género tras aquel infarto que le apartó del cine unos años antes gracias a una producción un tanto ardua que fue pasando de manos hasta caer en los de la pareja de actores Cornel Wilde y Jean Wallace y que nació de la pluma del genio Philip Yordan, un natural de Illinois conocido por sus controvertidos guiones y sobre todo por ser el testaferro de muchos escritores marcados bajo el yugo de la lista negra "mccarthista"...por ende, ¿escribió realmente el libreto de "The Big Combo"? Otro gran misterio a añadir a todos los que acumula esta deliciosa joyita de culto de su director.

Cuando una obra "noir" obedece ciegamente sus propias claves, pese a no ser más que clichés, es inevitable que el fan se quede prendado de ella desde los títulos de crédito, y eso sucede con la de Lewis, cuyo inicio ya nos arrastra al imaginario inconfundible del género. La ciudad en su cara nocturna vista desde el cielo y en la cual nos vamos introduciendo poco a poco hasta acabar en un callejón siguiendo a la rubia explosiva de turno; luces de neón, humo y "jazz" a todo volumen de fondo. Sí, señor, no hay como viajar a los elegantes y excitantes años '50.
Esta rubia se llama Susan y está obligada a verse con el sr. Brown, un enigmático personaje en el que el guión irá profundizando hasta descubrirnos a un depredador de las sombras que encarna a la perfección a ese modelo de maestro de ceremonias el cual es un influyente y pulcro caballero ante la sociedad, máscara de hipocresía bajo la que oculta su despiadada y violenta personalidad; ella, por otra parte, no es sino la típica muchacha pueblerina engañada por el lujo y esas luces de neón antes nombradas. Tras ellos, Leonard, el abnegado policía que no descansará hasta ver a ese gángster entre rejas, y que inevitablemente se enamora de la chica.

Un triángulo protagonista que asegura, como afirma el título, una gran combinación. Lewis no aplica más normas que las dictadas por el género, ya conocidas, y nos lanza a una caza sin cuartel entre ese bueno y ese malo muy bien esbozados, aunque su inimitable personalidad de maestro artesano, y gracias a otros aspectos, elevan su obra por encima de la media; uno de los más interesantes es el contemplar un guión que parece más interesado por profundizar en los villanos que en los policías, logrando algo inusual: que el espectador sienta empatía por el sr. Brown, cuyos crueles actos le definen.
Alrededor de un "macguffin" llamado Alicia (más tarde encarnado y convertido en reflejo demacrado de la joven Susan), se construye un entorno áspero como la lija y negro como el carbón, de violencia latente en cada secuencia y encuadre, un entorno estilizado y magnificado por el excelente uso, casi expresionista, de las sombras y el blanco y negro del operador John Alton; este negro desapacible se come los escenarios, a sus protagonistas y enturbia unos diálogos afilados y ácidos hasta la médula. En esta carrera por atrapar al gángster de turno la amargura siempre está presente, y así nos sumerge en una intriga donde la tragedia aguarda a cada personaje, encadenados a ella y entre ellos.

Al fin y al cabo sus nombres no son más que pistas que llevan a otras pistas, como en todo buen relato policíaco. Lewis, un señor poco sensible y que nunca se andaba por las ramas, nos sacude a lo largo de él con sus imaginativas técnicas tras la cámara creando una atmósfera poderosa y dura alrededor de secuencias memorables, como la asfixiante tortura a Leonard (que más tarde un joven Tarantino tendría a bien imitar en su debut...aunque yendo algo más allá), un asesinato sin sonido en plano subjetivo o un intenso clímax donde el faro de un coche delatando a Brown nos muestra el cariz de seres de la oscuridad de estos personajes y cómo la luz significa la perdición para ellos.
Y teniendo en cuenta la condición de serie "B" del film, el cineasta se permite derribar algunas barreras y tabúes reafirmando el sórdido ambiente tan propio de la novela negra; así tenemos un nada disimulado amor homosexual entre los matones, la aventura entre el policía y la bailarina y varias secuencias realmente atrevidas para la época (como el tampoco sutil instante de sexo oral entre Susan y Brown). Por culpa de ello la preciosa aunque limitada Wallace no volvería a trabajar en el cine. Un joven Lee Van Cleef sorprende de secundario, como Brian Donlevy, Ted DeCorsia o Robert Middleton, y Wilde interpreta correctamente su papel.

Pero nadie eclipsa a Richard Conte, quien gracias a las argucias del guión, es el mejor caracterizado y descrito, casi romantizado. Serían estas las bazas que hicieron de "The Big Combo" un título a tener muy en cuenta dentro del mejor y más implacable cine negro...pese a que, a menudo, recuerde mucho a "The Big Heat", de Lang.
No obstante, a la hora de la verdad, ni Lang, ni Huston, ni Curtiz habrían firmado una película mejor.
Chris Jiménez
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