La última película del siempre certero Farhadi no alcanza, quizás, la trascendencia e importancia de sus anteriores EL VIAJANTE y, sobre todo, UNA SEPARACIÓN. En estas, el director iraní roza la perfección mostrándonos el abismo y el desastre partiendo en ambas de hechos cotidianos que suceden casi como anécdotas dentro del seno de una o varias familias. Aquí, lejos de su Irán natal, traslada el mismo concepto de historia al interior de España, mostrando cómo el pasado puede irrumpir de forma abrupta y cruel para agredir a un presente que se apreciaba calmado. Magnífica dirección, magnífica fotografía, un guión algo por debajo de lo esperado, sobre todo en los giros que la historia propone y que son quizás poco verosímiles (es la parte de thriller la que más cojea en la historia, el drama la supera con amplitud), pero sobre todo sobresalen por encima de actores, historia y técnicos, Penélope y Javier, ella en uno de los mejores papeles de su vida, él, magnífico en su decencia y honradez. Y qué decir del reparto: Lennie, Mínguez, Barea, Cuesta, Darín, Eduard Fernández... El reparto soñado por cualquier director. Lo dicho, una buena película que si la firmara otro director sería su obra cumbre. El pecado del pasado de Farhadi es haber realizado antes alguna obra maestra...