“Hace 10 siglos, antes de La Era de la Obediencia, los perros merodeaban con libertad marcando su territorio. Con el fin de extender su dominio, la dinastía Kobayashi, amante de los gatos, declaró la guerra y arremetió contra las desprevenidas bestias de cuatro patas. En vísperas de la aniquilación canina total, un niño guerrero en desacuerdo con la agresión a los desvalidos perros, traicionó a su especie, cortó la cabeza del líder del clan Kobayashi y juró su espada con el siguiente haikú de guerra: ‘Mi espalda le doy a la humanidad’. Después se le conocería como, El Legendario Niño Samurai. (…) Los perros crecieron y se multiplicaron… pero los Kobayashi ¡jamás perdonaron a su eterno enemigo!”.

Esencial tener en cuenta ésta introducción que se hace a la historia, para poder entender de dónde surge el maquiavélico propósito del alcalde de Megasaki, Kenji Kobayashi, quien, en el presente, aspira a ser reelecto: Sembrar el miedo frente a un brote de gripe canina, para presentarse como salvador y de paso cobrar venganza contra los perros, porque, como sus antepasados, también él es adepto a los gatos.

La historia de sobrevivencia en aquella, Isla Basura, a donde son desterrados todos los perros de la ciudad, será un difícil reto para un especial grupo de éstos animales (Boss, King, Rex, Duke y un perro vagabundo llamado, Chief), quienes ayudarán al pequeño Atari -pupilo de su tío alcalde tras perder a sus padres- a encontrar a su perro Spots (Manchas), quien fue el primero en ser exiliado por Kobayashi para mostrar que está dando ejemplo.

La historia que se cuenta en, <<ISLA DE PERROS>>, película dirigida por Wes Anderson y escrita por el propio director en compañía de, Roman Coppola, Kunichi Nomura y Jason Schwatzman, fue magníficamente plasmada con la exigente técnica stop motion, y la ardua tarea ha dado como resultado una obra de arte en defensa de los animales y con una segunda lectura que permite identificar ‘la estrategia del miedo’ de la que se siguen sirviendo los más retorcidos políticos que todavía se mueven en este maltratado planeta.

Decir que, para los sets se crearon 240 micro-locaciones; que se diseñaron mil marionetas entre perros y personas… o que, por ejemplo, la escena donde se muestra la elaboración de sushi y se recrea en detalle cómo se corta el pescado, el cangrejo, el pulpo… para luego resumir todo el proceso en 45 segundos, tomó ¡6 meses de grabaciones!, es una forma de reconocer el valiosísimo compromiso en la elaboración de una historia que, en definitiva, es una obra de arte.

Anderson, combina un poco el stop motion con la animación 2D (escenas de televisión); se sirve de la split image para contrastar situaciones… y preserva, de manera curiosa, el hecho de que los humanos no entiendan el lenguaje animal… aunque se esfuerzan por entenderse mutuamente. Lo único a extrañar, es la falta de chispas de humor a lo largo de la historia, pues, el director prefiere mantener un toque dramático que, me parece, aleja la película del interés de los más chicos. No obstante, como adulto la he disfrutado plenamente y creo que filmes como, <<ISLA DE PERROS>>, se merecen un alto reconocimiento.

Aplaudo que, en el Festival de Berlín, se le haya concedido el Oso de Plata por Mejor Dirección; que hubiese recibido de la Art Directors Guild, el premio a Mejor Película Animada; o que también estuviese nominada para los Globos de Oro y para los premios Oscar, por Mejor Película Animada y mejor Banda Sonora (Alexander Desplat).