Lleva mucho tiempo sin salir una comedia que me haga reír. Este tipo de humor me cogió por sorpresa y no lo entendí a la primera. Llevo tres visionados y cada vez me río más. No estaba familiarizado con el humorista Will Ferrell, ni desde el primer minuto que sale como hijo de Pierce Brosnan pude encajar lo que veía. Un humor al que hay que entrar con curiosidad y clemencia. Pero es la ternura lo que me atrapa, la inocencia y los extraños gags que recuerdan al Gordo y el Flaco. Una serie cómica en blanco y negro que veíamos los ahora cincuentones en nuestra infancia. Revivirlos ha sido entrañable. Ahora se han actualizado para mofarse, por ejemplo, de la exhibición de la sexualidad hoy en día o de la politíca cutre... Encauzándo todos los eventos en una relación paterno filial que nos es reconocible.
Además, tamibén me han atraído la desfachatez, originalidad, espectáculo y respeto por el festival del que pudieron haberse mofado y no es así en ningún momento. De lo contrario, dudo que los personajes reales hubieran querido participar. Algunos reconocibles por haber ganado y otros, al menos para mí, no tanto.
No soy un gran fan del festival, pero reconozco que algunas de las canciones componen mi playlist, no más de dos o tres al año.
No es fácil hacer una comedia, ni lograr tanto realismo en las escenas del show europeo. Frente a tantas películas que me aburren, esta se lleva una nota merecida.