Enfrentarse a una película con una estructura narrativa compleja, a veces, puede suponer la renuncia a tratar de comprender la película. No es el caso de Todo a la vez en todas partes.

Para mí, el planteamiento es sencillo, mucho más de lo que parece.

Una emigrante china en EEUU, fracasada, con un matrimonio a la deriva, con una hija de la que se avergüenza y con un padre que la detesta, es arrastrada hacia una alocada aventura para salvar el futuro del multiverso a través de las artes marciales y su propia determinación. Durante la aventura, conocerá múltiples versiones de sí misma fruto de diferentes decisiones tomadas a lo largo de su vida y ellas le servirán de ayuda para lograr su objetivo.

Esta extraña mezcla de comedia, ciencia ficción y acción es, según lo veo, un ejercicio de originalidad que parece pretender llevar la historia por derroteros en ocasiones escatológicos, en ocasiones absurdos, en ocasiones absurdos… un poco de todo.

Una propuesta siempre excesiva, desde el comienzo hasta el final.

Eso sí, la estética está tremendamente cuidada. A nivel técnico no hay, por mi parte, reproche posible alguno aunque, a día de hoy, este particular no parezca muy sobresaliente, habida cuenta del excelente nivel técnico a disposición del creador.

Las interpretaciones no están nada mal. Sin embargo, quizá no sea ésta una de esas películas que exigen el máximo a los intérpretes, pero, desde luego, hay momentos en los que todos, absolutamente todos, muestran su talento. Y eso, en los tiempos que corren, ya es bastante.

Y las artes marciales…

En mi recuerdo quedan aquellas películas de artes marciales que veía de pequeño en el vídeo comunitario del pueblo los sábados por la tarde con imposibles saltos, complejísimas coreografías y eternas batallas entre el bien y el mal a ritmo de patadas y puñetazos.

Todo a la vez en todas partes es muchas cosas, pero también es una especie de homenaje a aquel género que llenó miles de salas de cine en Asia entreteniendo, divirtiendo y sorprendiendo a millones de espectadores y que, desgraciadamente, llegó con cuentagotas a las salas europeas.