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Voto de fresenius:
9
Drama Sentaro tiene una pequeña pastelería en Tokio en la que sirve dorayakis (pastelitos rellenos de una salsa llamada "an"). Cuando una simpática anciana se ofrece a ayudarle, él accede de mala gana, pero ella le demuestra que tiene un don especial para hacer "an". Gracias a su receta secreta, el pequeño negocio comienza a prosperar. Con el paso del tiempo, Sentaro y la anciana abrirán sus corazones para confiarse sus viejas heridas. (FILMAFFINITY) [+]
28 de mayo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas buenas, películas pasables y películas malas, pero siempre desde un punto de vista individual. Siempre es así. De entre las buenas películas, muchas de ellas, la gran mayoría, consiguen entretener o captar el interés a través de una buena historia y de una buena dirección que ha sabido llevar la película por el buen camino. Pero son películas buenas para el momento presente, durante el mismo instante en que las estás disfrutando porque dos días después casi las tienes olvidadas. Sin embargo también hay películas, solo unas pocas, que te dejan poso, que perduran durante bastante tiempo en tu recuerdo. Son esas películas que incluso cuando ha pasado bastante tiempo después de haberlas visto, recuerdas su motivo principal.

En mi caso, estas pocas películas son en general muy minimalistas en cuanto a la historia, aunque lo cierto es que esa sencillez es solo aparente. Podría citar a bote pronto películas tan dispares en su temática como “Okuribito” (2008) de Yojiro Takita o “Dersu Uzala” (1975) de Akira Kurosawa, pasando por “El camino a casa” (1999) de Zhang Yimou o “Nadie sabe” (2004) de Hirokazu Koreeda. Son películas que pese a la sencillez aparente que muestran, se hacen inolvidables porque consiguen captar y hacerte llegar la importancia de lo sencillo y lo cotidiano, de aquello que todos los días miras de reojo, que es la vida que está pasando por delante de ti pero que no tienes tiempo de contemplar hoy. Eres consciente de que lo estás dejando para mañana.

“An”, aquí titulada “Una pastelería en Tokio” es una de estas películas. La responsable es la directora japonesa Naomi Kawase, de la que solo había podido ver hasta ahora su anterior film, “Aguas tranquilas” (2014), una película bastante pareja a esta última. “Aguas tranquilas” tiene varias escenas, sobre todo una, impresionante. La filmación de la agonía y la muerte impactan como no recuerdo haber visto en ninguna en otra película, admirable y asombrosa.

Al igual que un manga de Jiro Taniguchi, “Una pastelería de Tokio” es en muchos momentos una película contemplativa. No es la película que pretende mostrar el tráiler. En ese sentido puede ser que mucha gente se sienta estafada pues no es una simple película con un tono de comedia bonita sobre una pastelería de dorayakis. Esa es la excusa.
Con el ritmo pausado, necesario para meditar propiamente qué es lo que está o puede estar ocurriendo, es una película sobre la desazón, el desasosiego, la intranquilidad y la tristeza en que se encuentran tres personas y en la lección de vida y la influencia que va ejercer una de ellas. Tenemos aquí de nuevo algo muy presente en todas las culturas y especialmente enraizado en muchas películas japonesas como es la veneración por la sabiduría y las tradiciones, que aquí se nos muestra a través de la persona más vitalista de las tres, que es precisamente la que más sufre y la que más próxima está al final natural de su propia existencia. Y lo más difícil de todo esto es saber mostrarlo sin caer en el sentimentalismo extremo o en la necesidad de explicar todo y en todo momento, para que la mente del espectador trabaje poco. Y éste es el gran mérito de esta directora. El único pero que se le puede poner es que lo que se consigue plenamente con Tokue (extraordinaria Kirin Kiki en su papel de anciana), sólo se consigue a medias con Sentaro y muy poco con la chica, Wakana. Principalmente por falta de desarrollo de su historia, que se queda muy coja. Pero claro, esto habría alargado más la película que ya de por sí, seguro, muchos tacharán de larga y lenta.

¿Sabe, jefe?
Hemos nacido en este mundo para verlo,.., y para escucharlo.
No importa en qué nos convirtamos, no hace falta ser alguien en la vida.
Cada uno de nosotros le da sentido a la vida de los demás.

Arigatou gozaimasu, Naomi Kawase

http://laseccionnueve.blogspot.com.es/2016/05/An-2015.html
fresenius
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