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España España · Pontevedra
Voto de Strider:
8
Drama. Romance "Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envia a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño." El padre de Rick (Christian Bale) solía leerle esta historia cuando era un niño. En la actualidad, siendo Rick ya adulto, el camino hacia Oriente se extiende ante él. (FILMAFFINITY)
20 de enero de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haciendo uso de un estilo que nace con El nuevo mundo y su colaboración con el director de fotografía Emmanuel Lubezki -hecho muy significativo-, que depurará y alcanzará solidez con El árbol de la vida, Terrence Malick presenta su nueva película con una depuración estilística que opta directamente por despojarse de la narrativa cinematográfica al uso, para centrarse en la trama como representación de una serie de arquetipos en interacción, a través de su característico montaje de planos y travellings de paisajes y personajes constantemente subrayados con voces en off. Si a un servidor le llegó a resultar algo cargante la utilización de ese estilo en su anterior obra, To the wonder, en ésta parece al menos haber sintonizado a la perfección contenido y continente.

Iniciando la película con una fábula como premisa de la búsqueda vital de un protagonista que no sabe exactamente lo que busca en la vida, la historia es una deambulación constante de personajes donde se confunden los paisajes exteriores e interiores. Se nos presenta a un peregrino, una especie de extranjero de sí mismo encarnado en un adinerado miembro de Hollywood que de fiesta en fiesta, de amante en amante, intenta buscar maestros vitales que le guíen hacia... hacia esa Perla que el protagonista de la fábula necesita.

Porque no nos engañemos, la película encierra un profundo sentir religioso, o trascendental, o como se quiera clasificar. Lo que por una parte es una virtud para los que conecten con ella, probablemente desquiciará a los que no sintonicen con esa Búsqueda de tintes místicos del protagonista o las elecciones estilísticas del autor tejano. Recurriendo a la simbología de ciertas cartas de tarot, que dan nombre a diferentes secciones del film y representan a diferentes amantes con las que el protagonista se va encontrando, se nos presenta un mosaico de ópticas para interpretar la vida, de las que el protagonista es una especie de habitante silente que las atraviesa y es atravesado por ellas, pero siempre manteniendo esa búsqueda personal, y a la vez lidiando con su origen, una familia problemática de la que sólo se nos muestran retazos.

Y en eso consiste precisamente la película, en retazos de vida que podemos interpretar como queramos, donde el director no le da más importancia a una conversación que a la contemplación de un paisaje, o diferentes vivencias, o escenas en la memoria de una persona. Un director enamorado hasta las trancas de la belleza multiforme de la vida y la naturaleza donde todo es tratado como piezas selectas de un mismo puzzle con el que hacernos una componenda para significar cosas, la vida como algo que se eleva sobre la concatenación de sus ingredientes.

Es una obra condenada a provocar grandes adhesiones y rechazos, esto último sobre todo en nuestros malos tiempos para la lírica, y por aquellos que vean en las religiones y la mística algo que pueda ser superado, en vez de un método más, entre otros, de comprensión del mundo.

En diálogo con el resto de la filmografía del autor nos encontramos con algo quizás reiterativo, pero no deja duda de que cada vez se refina más, y hace mejor lo que le gusta hacer.
Strider
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