Todos hemos oído, seguido y "vivido" el caso de esta flamenquita de rizados cabellos negros y ojos tan deseosos de ver mundo, tan grandes, que era lo único que se veía en las fotos que, tristemente, poblaban árboles, cafeterías e informativos dando cuenta de su desaparición.

Todos hemos oído, seguido y "vivido" la angustia de los padres, el coraje de la familia, todos los puntos de la investigación. La huída de su presunto asesino (odio esta expresión, pero es la legal... parece ser), la hermana, la mujer de Santiago del Valle.

Todos hemos oído, seguido y "vivido" los errores judiciales, la laxitud extrema de la Justicia patria, el desenlace de un alma que no pudo empezar a vivir. No quedan cabos sueltos, no hace falta más investigación, sólo le queda al asesino vivir su juicio y que el resto esperemos, con los dedos cruzados, que la sentencia dictada sea justa.

¿Entonces?

¿Cuál es el sentido de la producción?

La seguimos atentos y con carne de gallina, no por la obra en sí, si no pensando lo que fueron capaces de aguantar los padres, el sufrimiento que se respiraba... pero eso no es cine. No es lo que se juzga ahora mismo.

La película es una producción del tres al cuarto en la que cada uno parece estar más preocupado en "copiar" a su personaje en la vida real que en desarrollar un trabajo lógico de acuerdo con el séptimo arte, una película sin sentido que se queda en eso, en una burda copia de una realidad, tan cercana, aún tan latente que no se ve viabilidad ninguna para su desarrollo.

Como consejo os diría que antes de hacer estas producciones, compreis películas para emitir en prime time y nos quitéis toda esa basura y morralla que hay hoy en día en televisión, porque productos como éste, como el de Franco, como el del Solitario... de verdad que no tienen ningún sentido.