Así nos ven - When They See Us

“¡Hasta qué viles usos podemos descender!” Hamlet, Shakespeare.

El racismo es un extraño virus, una manera irracional de contemplar a nuestros semejantes, una incomprensible idiotez que hace que determinadas personas se crean superiores a otras por el solo hecho del color de su piel, una aberrante inmoralidad histórica que ha condenado a millones de personas al sufrimiento, la esclavitud y la muerte. Y aún hoy seguimos perpetuando tan secular disparate, incapaces de erradicar una infamia que continúa enquistada en nuestras sociedades occidentales como una enfermedad endémica.
“Asi nos ven”, es la historia de un hecho real, condensada en una miniserie de cuatro episodios emitida por Netflix, que no es más que otro ejemplo de los miles de abusos racistas que se cometen diariamente y permanecen vergonzosamente anónimos.
Sucedió en 1989 y tuvo como macabro escenario el Central Park de la ciudad de Nueva York. Una joven blanca que vivía en una de las lujosas y elegantes viviendas que circundan el emblemático parque, salió a correr tal y como habitualmente acostumbraba. Pero esa fatídica noche fue brutalmente violada, apaleada y abandonada agonizante entre la hojarasca de una pequeña vaguada.
El caso fue conocido como: “The Central Park Five”, y tuvo repercusión mundial. La policía no encontró rastro ni prueba alguna de su agresor. Pero ante la indignación ciudadana y la pirómana aportación de los medios de comunicación, la policia, con el indecente apoyo de la fiscalía, se vio presionada y detuvo a cuatro adolescentes afroamericanos -Antron McCray, Kevin Richardson, Yusef Salaam y Korey Wise- y un latino -Raymond Santana-, con edades comprendidas entre los 14 y 16 años. Únicamente dos de ellos se conocían pero, para su desgracia, merodeaban en aquellos momentos por el parque.
Lo que ocurre a partir de ahí estremece. El brutal realismo con el que la historia está contada y la asombrosa veracidad con la que cada actor defiende su personaje se hacen insoportables. Resulta inaceptable el martirio que sufrieron estos chicos, sus familias y las imborrables cicatrices que les marcaron y destrozaron sus vidas para siempre. Como espectador, y a medida que avanza la serie, me invade una irreprimible sensación, mezcla de rabia, frustación y tristeza.
Y con sólo pensar que cualquiera de aquellas indefensas criaturas pudiera haber sido mi hijo, siento escalofríos y el horror de saber cuánta maldad somos capaces de sembrar.

Emilio Castelló Barreneche