Terry Gilliam nos ofrece en esta película un apabullante ejercicio visual confirmando que en este tema el ex-Monty Phyton es todo un maestro.

La historia trata sobre un viejo monje que hizo tratos con el diablo y le salieron mal, todo lo demás gira en torno a un argumento desastroso, lioso, pueril, mal desarrollado y completamente ácrata.

La película es muy original, no cabe duda, en lo visual magnífica y de una inventiva sobresaliente. Sin embargo el argumento está al servicio de las imágenes, sólo es una cuartada facilona para que el director se mire al ombligo y monte un circo de efectos especiales y paranoias varias que sorprenden y hasta entretienen, pero eso no basta para filmar una buena película, aunque da para ofrecer un espectáculo original e interesante.

Más cerca de la irregular Brasil que de la sobresaliente Doce Monos, Terry Gilliam nos muestra una galería de personajes curiosos pero mal dibujados y solventa la prematura muerte de Heath Ledger introduciendo una característica absurda al mundo de fantasía que se monta, característica que se nota a leguas como un parche mal puesto para que no se le desmorone la barraca.

La cinta es interesante y personalmente Gilliam es un tipo que me cae bien por su originalidad y valentía a la hora de afrontar un proyecto, pero para espectáculos visuales, prefiero irme al planetario, es más bonito y relajante.