Una vez más, la televisión supera al cine. Casi tres mil votos dan buena cuenta de ello.

Pelis de zombis ya se han hecho muchas. Series no tantas, pero sí una que he visto. Una que buscaba la originalidad en la situación. Y si es que hay algo realmente agradecible en una historia de zombis es que tenga algo de nuevo.

The Walking Dead empieza con un buen planteamiento. Algo nuevo. Y todo bueno. La factura técnica, como no puede ser de otra forma, es de diez, y consigue meter de lleno al espectador en la pantalla, haciendo intensas la gran mayoría de las escenas. Sean centradas en aspectos muertovivientes o en aspectos sentimentales.

Que, a todo esto, según parece, por lo menos hasta ahora, la principal aportación de The Walking Dead es la sensibilidad. No sólo para con los seres humanos. Sino que también hacia los zombis, que aparecen aquí humanizados, especialmente en una gran y puntual escena. Hasta ahora los muertos vivientes siempre se habían proyectado ante nuestras retinas de una forma totalmente maniquea. Parece que los colectivos zombis han conseguido por fin algo de empatía, y ahora los retratan de forma que parecen tener su corazoncito, y de que inspiren compasión.

Eso sí, sigue sin aparecer rastro de solidaridad con el colectivo de zombis gay. Chicos, seguid buscando ese arco iris.

Vamos, que hay calidad. El caso es ver hacia dónde van los tiros ahora. El tema muertos vivientes en su forma más elemental está servido, sin duda, y con envoltorio de lujo. Ahora falta algo (más) nuevo. Y un (mayor) contenido dentro del bonito envoltorio.