Dicen que cada persona es un mundo y no les falta razón, el ser humano es algo muy difícil de catalogar. Resulta que dicho comportamiento va llevado a cabo por todas aquellas influencias o sucesos que acontecieron en la vida de uno durante la primera parte de su vida. Y es eso lo que marcará nuestro devenir futuro.

Nieve negra nos presenta un ejemplo claro de lo que estamos hablando, una familia casi al completo, que debido a un hecho dramático, hace que dos hermanos no se hablen, ni se vean durante años y otra hermana esté encerrada en un centro con grandes necesidades. La muerte del padre y una suculenta herencia (motivo más común de lo habitual para unir a personas) permite facilitar el encuentro entre ambos hermanos.

Las localizaciones son preciosas, no solo le dan más fuerza a la historia de por si, sino también disfrutaremos de escenas en exteriores que se agradecen bastante. Tanto en las escenas de paseo, como en las otras más dramáticas. Poco a poco y gracias a unos flash-backs en su justa medida y en el momento oportuno, seremos llevados de la mano por esta, bella, bonita e interesante historia oscura.

Leonardo Sbaraglia lleva el peso de la historia en un papel principal muy bien definido, muy creíble y natural. Laica Costa es mucho más que un mero jarrón de adorno, una tipa con carácter, una pena no estirar más su interpretación. Y por último el personaje de Darín era tal cual, no se podía aprovechar más porque restaría mucho peso a su interpretación y no era la idea, sino todo lo contrario.

Los secretos familiares no resueltos a tiempo siempre crearán problemas en un futuro y si se entierran muy profundamente, jamás saldrán a la luz.