Los thrillers que incluyen grandes robos tiene un cierto atractivo que se basa en un guion que se esmera en cuidar al detalle que cierta información no se escape antes de tiempo, algunos, como este caso, que no se sepa quiénes son los buenos y quienes los malos.

Un grupo armado, cubiertos con misteriosas máscaras, cometen minuciosamente robos a ciertas sucursales del banco propiedad de Hubert (Bruce Willis), el FBI a cargo del agente Montgomery (Christopher Meloni), Stocwell (Dave Bautista) y el novato Wells (Adrian Grenier) siguen una pista que conduce a un soldado muerto.

Al enterarse que los ladrones donan gran parte del botín, y conocer algunas acciones sospechosas de Hulbert y de algún policía local llamado Mims (Johnathon Schaech) todo se empieza a complicar en la investigación.

Si bien el inicio luce prometedor, la película pronto empieza a caer en lugares comunes todo con el fin último de no descubrir al villano total de la historia, dando paso a una trama recargada y rebuscada.

Poco aporta la acotada aparición de Bruce Willis y la desaprovechada actuación de Dave Bautista, quedando todo el peso de la historia en el poco conocido Christopher Meloni y en una trama que solo se ocupa en ocultar a como de lugar al culpable hasta el final.

Una película genérica, por momentos entretenida pero que se olvidará al segundo siguiente que termina la proyección.

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