Iba a titular esto "Pascualovic Duartin" o algo así, aludiendo a lo "tremendista" de la narración, pero al final he optado por los tres colores de la bandera rusa para resumir el comentario. Y es que, si bien el modo de contar tiene su importancia, lo que realmente destaca es esa estetica tan presente que incide en el rojo del vestido, en el azul del cielo, en el blanco de esas carreteras polvorientas que surcan el espacio como venas de un ser vivo. Todo ello con la presencia obsesiva del acordeón, con esos compases, ora armónicos, ora incisivos, que envuelven al espectador y lo zarandean con el mismo ímpetu que a los personajes. Se diría que la pasión es el viento que mueve al trio protagonista y lo arrastra por esa estepa, o tundra o taiga o lo que sea, hasta su destino final, tan de tragedia griega. La naturaleza es un personaje más y la cámara se desliza por el cielo, persiguiendo la estela de las criaturas, como el dios bíblico cuando buscaba a Caín entre la fronda del Paraíso. Un producto original y potente como pocos que convierte el típico conflicto amoroso a tres en algo diferente.