En cierta manera "Reality bites" es una película emblemática sin llegar a serlo del todo. O sí, pero circunscrita a un público muy concreto, como aquél que la vio en su momento, como un servidor hacia 1995. Es decir, como drama romántico con toques de comedia tampoco es que sea gran cosa a pesar de que cuenta con muchas posibilidades. Por ejemplo, introduce con mucha intención temas que podían ser angustiosos a mediados de los noventa como el Sida, la homosexualidad o el no tener rumbo en la vida pero lo hace de manera abrupta y sin darle recorrido. En un minuto pasamos a otra cosa. En realidad, la película va a trompicones y a medida que llegamos al final se hace más y más previsible. Añádase que la historia romántica no funciona, básicamente porque no me gusta.

Dicho esto, "Reality bites" tiene el gran mérito de retratar más o menos fielmente a una generación bautizada como X, unas personas que viven por primera vez y de forma más bien traumática, los cambios sociales-familiares de los años sesenta y setenta. Es decir, que se trata de los hijos de padres divorciados y radicales vueltos yupis, del feminismo, el ecologismo, la libertad sexual, la desideologización, la tecnología moderna, las drogas y sobre todo la indeterminación. Y esto es lo que hace Ben Stiller, sí el actor cómico metido también a director serio, echarlo todo en la batidora sin mucho concierto para ver qué sale. No es brillante pero se deja ver especialmente por su carácter nostálgico. Además cuenta con una Winona Ryder puede que más bella que nunca, que es ya decir.