Leo que "El hombre que vino del mar" está ambientada en la costa de Inglaterra y en 1888, y que tiene una protagonista que es Amy Foster, es decir Rachel Weisz, que es una joven y bella sirvienta pero introvertida a la que toman por una hechicera. Más adelante se encontrará con un náufrago ruso con el que tendrá un romance. Bueno, bueno, ya me he montado mi película que consiste en ponerle a una guapísima Rachel Weisz, efectivamente lo está, un uniforme victoriano de doncella, con su cofia, delantal y sus botas negras acordonadas, no botines, sino botas altas, para qué vamos a andarnos con tonterías, haciendo así como de dulce, servicial y apocada criada, pero que también es una brujita, qué sexy, que tiene poderes con los que va partiendo el bacalao. Para cerrar el círculo, él resulta ser un rico príncipe ruso que se la lleva al país de los zares y la quita de trabajar.

Pues bien, nada de lo que imaginé, excepto la hermosura de la Weisz, se ha cumplido, ni siquiera el uniforme. A pesar de lo predecible que resulta no sabía bien por dónde iba a salir hasta que un personaje dice sobre el naufrago "ninguna otra lo aceptaría". Claro, es una historia, por cierto, basada en la novela corta de Joseph Conrad "Amy Foster", sobre marginados, pero hecha de tal forma que resulta de lo más forzado. Por ejemplo, es inverosímil la tirria que le cogen a los dos como también que me quieran ocultar que de largo, muy de largo, son de los mejores partidos de esa aldea y seguro que alrededores, a pesar de que Amy es un poco rarita y Yanko (Vincent Pérez) no hable inglés y de la pobreza de ambos. Por ejemplo, ella tendría que tener varios pretendientes pero resulta que en ese pueblo sólo hay viejos y viejas que además son gruñones, crueles y tontos.