Bong Joon-ho ha creado un mundo singular con Okja. Por un lado, reinventa una historia de la que todos estamos al tanto pero que simplemente preferimos no ver y no oír. La lucha por la liberación animal es un tema en auge. Ya lo decía Paul McCartney ‘’Si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos’’. Y Okja(sobre todo en la segunda parte del film) es esa ventana indiscreta que avergüenza y atormenta por partes iguales. Ese retorcido trozo de vidrio que nos recuerda nuestro papel en el mundo y como este puede cambiar si así lo deseamos…


Por otro lado, Okja nos viene a hablar de todo ese batiburrillo de conceptos meramente hipócritas como ecológico, transgénico, criado en libertad, medioambiental…. Toda esa sarta de mentiras sin fundamento en la que nos gusta creer para no preguntarnos de donde y como llega ese filete troceado a nuestros platos. Porque pensar en que podemos estar llegando a consumir un ser con sentimientos y dolor palpable se hace demasiado difícil y es mucho mejor ignorarlo.
No obstante, en esta historia no se deja títere con cabeza. Ilustrada como fabula social, ningún estrato parece quedar fuera de la mordaz critica de Bong Joon-ho. Ni siquiera el frente de liberación animal, cuyos personajes parecen caricaturas.


A pesar de todo ello, el alma de la película son Okja y Mija. Una supercerdita creada en una fábrica y que pasa a convivir con una familia coreana formada por un anciano y su nieta en un idílico lugar perdido en las montañas. La pequeña perdió a sus padres siendo una niña y apenas los recuerda. Pero su entrañable mascota forma parte de su imaginario infantil desde que tiene uso de razón. Mija no entiende que su abuelo sea uno de los participantes de una competición que busca conseguir producir el mejor supercerdito y vender su carne al mejor postor. Para ella, Okja no es un trozo de carne. Ella es su mejor amiga, su familia, su otra mitad… La relación tan especial que se establece entre el animal(digital) y la niña está llena de realismo, de momentos tiernos, dulces y de emotividad. Es un regalo a la vista y a los sentidos…Y entre el variopinto grupo de personas que Mija conocerá en su aventura, será su afán por recuperar a Okja el único motor que haga que permanezca en su busca.


Aunque el final es feliz, no podemos evitar sentirnos tristes y desgraciados al observarlo. Es curioso acabar una película con final feliz, aquejados por ese sentimiento agridulce. Okja, que en algunos momentos resulta una cinta cómica y divertida, nos cuenta una historia muy triste. La historia deshumanizada de la humanidad y el terrible sufrimiento que esta le provoca a cientos de animales día tras día. En el fondo sabemos que lo que ocurre en el film es real, que pasa a diario, minuto tras minuto. Las escenas del matadero tienen cierto paralelismo con el holocausto nazi. Viéndolas es imposible no recordarlo. Y es que la realidad que viven los animales criados para el consumo humano no es muy diferente de la de cientos de seres humanos torturados y masacrados por un ‘’bien mayor’’..


A los que ven en esta cinta una oda al veganismo solo me queda decirles que no podrían estar más equivocados. Pese a que en Okja se habla de maltrato animal, va mucho más allá de eso. Es el contraste entre las multinacionales y la vida rural. Entre el campo y la ciudad. Entre los ciudadanos vestidos de gris y una niña llena de color que usa más su corazón que su cabeza…. Porque Okja nos habla de recordar lo fundamental. De alimentar a ese niño interior que nunca tendríamos que haber perdido y que sabe diferenciar lo justo de lo injusto de un mundo adulto donde la crueldad parece ser aceptada con indiferencia.



Mención especial a la actuación de Ahh-Seo-hyun. Esta niña va a tener un futuro prometedor. Tilda Swinton también se luce en su doble papel de mala, malísima. A Jake Gyllenhaal es imposible no odiarlo y Paul Dano y Steven Yeun bordan su papel de activistas pro animales….