Soy el cerebro enfermo de Jack, si yo fallo, falla toda la trama de mi película. Lo bueno del asunto de que Jack sea un enfermo mental, es que es una enfermedad contagiosa: de ella se contagia el guión, la estética, los personajes y yo creo que hasta el apuntador. Una locura mental, sí, llevada a lo extremo: comedia sobre parásitos intestinales, nuestro protagonista cagando mientras hojea el catálogo del Ikea, una Marla que… bueno, una Marla. David Fincher, al igual que nuestro esquizofrénico preferido, supo llevar perfectamente esta fantasía a ese extremo: supo llevarla a un final, supo llevarla a una crítica social, supo meterle acción y “hostias” y consiguió ser lo que es a pesar de ello (y molar también por esto último). Y sobre todo: supo llegar a la gente, porque, ¡vaya! Dónde tendré yo la cabeza…. qué os voy a decir que ya no sepáis.