Media votos
7,3
Votos
83
Críticas
8
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de cecilia_lisbon:
10
4 de diciembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez, en unos extraños y nada paradisíacos desiertos.
Érase otra vez, donde el horizonte parecía poco claro. Había una historia:
Y allí había unos mejicanos, un poli y, claro, un caco. ¡Ah! Y un loco. Había maletines con billetes, heroína y no había mucho motivo para robar. Entonces aparece un pobre diablo, con poca moral que enseñar, y roba la pasta. Pero no esperes ninguna clase de moral: la vida no entiende de éticas. Sólo déjale un hueco en tu cabeza. Y ahora, escucha:
Imagina que tú eres el poli y el loco el mensajero de la muerte, sin distinciones. Tampoco las haremos contigo, no eres el poli bueno ni el poli malo: eres un viejo en un país extraño. Así es, lo del poli era lo de menos. Este mensajero no trae un recado para ti, curioso. Sucede en tu camino, simplemente, y te deja soñando con parábolas sin sentido.
Y entonces te despiertas una mañana perseguido por la imagen de ese loco. Y te preguntas por qué te dejo marchar de aquel motel. Y te preguntas en alto mientras despiertas de ese sueño recurrente: ¿me perdonó la vida?
Y al final estás tú y el loco, cara a cara, en un pulso no sólo espiritual, sino en un pulso de interpretaciones. Y aquí estamos: te quedas oscilando en una cuerda más floja que la cabeza del loco, y te preguntas, ¿para qué me la perdonaste? ¿Tenía el loco su código, su moral? No. Su código es por y para la ficción, por y para el amor al arte, por amor de Coen.
¿Es esta una tierra perdida? ¿Es una pesadilla por la que deambular sin rumbo? ¿Importa acaso? Nosotros nos arrastramos, a oscuras, a ciegas a veces y, de mientras, te haces viejo, y miras atrás y tal vez piensas en el por qué de todo esto. No lo sé, la verdad. Que baje el telón.
Érase otra vez, donde el horizonte parecía poco claro. Había una historia:
Y allí había unos mejicanos, un poli y, claro, un caco. ¡Ah! Y un loco. Había maletines con billetes, heroína y no había mucho motivo para robar. Entonces aparece un pobre diablo, con poca moral que enseñar, y roba la pasta. Pero no esperes ninguna clase de moral: la vida no entiende de éticas. Sólo déjale un hueco en tu cabeza. Y ahora, escucha:
Imagina que tú eres el poli y el loco el mensajero de la muerte, sin distinciones. Tampoco las haremos contigo, no eres el poli bueno ni el poli malo: eres un viejo en un país extraño. Así es, lo del poli era lo de menos. Este mensajero no trae un recado para ti, curioso. Sucede en tu camino, simplemente, y te deja soñando con parábolas sin sentido.
Y entonces te despiertas una mañana perseguido por la imagen de ese loco. Y te preguntas por qué te dejo marchar de aquel motel. Y te preguntas en alto mientras despiertas de ese sueño recurrente: ¿me perdonó la vida?
Y al final estás tú y el loco, cara a cara, en un pulso no sólo espiritual, sino en un pulso de interpretaciones. Y aquí estamos: te quedas oscilando en una cuerda más floja que la cabeza del loco, y te preguntas, ¿para qué me la perdonaste? ¿Tenía el loco su código, su moral? No. Su código es por y para la ficción, por y para el amor al arte, por amor de Coen.
¿Es esta una tierra perdida? ¿Es una pesadilla por la que deambular sin rumbo? ¿Importa acaso? Nosotros nos arrastramos, a oscuras, a ciegas a veces y, de mientras, te haces viejo, y miras atrás y tal vez piensas en el por qué de todo esto. No lo sé, la verdad. Que baje el telón.