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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
9
Romance. Drama La apacible pero anodina vida de Francesca Johnson (Meryl Streep), un ama de casa que vive en una granja con su familia, se ve alterada con la llegada de Robert Kincaid (Clint Eastwood), un veterano fotógrafo de la revista National Geographic, que visita el condado de Madison (Iowa) para fotografiar sus viejos puentes. Cuando Francesca invita a Robert a cenar, un amor verdadero y una pasión desconocida nacerá entre ellos. (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Involuntariamente, cometí un error el otro día cuando dije - o vine a decir- que “El intercambio” era la primera película redonda de Clint Eastwood, la que marcaba su transición desde la profesionalidad, desde la simple competencia como director, a la grandeza. Son las cosas del amateurismo, del no ser un crítico profesional. Se me pasan por alto cosas evidentes, cosas de parvulitos del cine y se me termina viendo el plumero. Obviamente, cuando escribí aquella crítica no tenía en la cabeza “Los puentes de Madison” y que, por tanto, hacía ya trece años que Eastwood había demostrado que era Historia del Cine.

En mi defensa he de decir que en la fecha de estreno de “Los puentes de Madison”, 1995, yo acababa de empezar la universidad, Filmaffinity no existía y apenas había pisado un cine, todo mi consumo cinematográfico era a través de la televisión, preferiblemente blockbusters. Por supuesto, jamás habría dicho entonces que terminaría siendo un compulsivo escritor de reseñas de películas por el simple hecho de que no puedo dejarlo. En aquel momento Clint Eastwood era uno de mis héroes, siempre lo había sido desde los Spaghetti Westerns de Sergio Leone rodados en Almería y lo había confirmado con la saga de Harry Callaghan, que cambió mi punto de vista y mi sentido sobre la justicia y la venganza. Me preocupé un poco cuando luego se pasó a director, pero afloraron genialidades como “El Sargento de Hierro” o “Sin Perdón” y me quedé tranquilo.

Los más perspicaces ya habrán intuido un patrón en mis gustos y serán los primeros que no se sorprenderán cuando diga que, en aquel momento, “Los puentes de Madison” no sólo pasó por debajo de mi radar sino que hice todo lo que pude para meterla debajo de dicho radar. Tras asegurarme de que era lo que parecía y que Eastwood no era un policía encubierto con la tapadera de fotógrafo de puentes, con todos los prejuicios del mundo, la califiqué internamente como “Memorias de África 2” y me dediqué sistemáticamente a evitarla durante los siguientes diez años. Qué queréis. Era joven.

Al final la vi, casi a la fuerza. Bueno, a la fuerza. Al menos al principio. Para entonces ya tenía más de treinta años, había madurado, y mi mente estaba ya lo suficientemente abierta a temas de adultos. En seguida empecé a ver que la película abordaba conceptos como la vida hogareña, la libertad individual, la rutina matrimonial, el respeto a la pareja, el respeto a uno mismo, la conciliación de los objetivos comunes con los objetivos vitales de uno mismo, por supuesto la infidelidad, la responsabilidad familiar… de los que hasta entonces había huido como la peste y que, de pronto, se me aparecieron como conocidos y familiares. Pude sentir cada duda, emocionarme con cada titubeo, conmoverme con cada incertidumbre en las desgarradoras interpretaciones de Eastwood y Streep como si fuesen propios. No he leído la novela, pero no puede ser mejor que una película en la que cada escena parece trascender la pantalla y hacernos sentir cada brisa, el sol en la cara o mojarmos cuando llueve.

Es de esas películas que hay que ver al menos una vez en la vida, aunque su concepto de drama romántico requiere un cierto grado de madurez para apreciarla. Al menos en su totalidad. Y sí, mea culpa: Eastwood es un director de los grandes desde los noventa.
OsitoF
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