Matthew McConaughey es la encarnación del sueño americano, la de que todo hombre tiene derecho a buscar la Felicidad con mayúscula y, ocasionalmente, encontrarla. Y es que el amigo de apellido impronunciable demostró que un día eres un actorzucho del montón al que sólo llaman para hacer papeles de niñato guapo, se te aparece la Virgen, te ofrecen hacer de drogadicto sidoso en una película normalita (pero muy emotiva y de gran carga social), para un papel normalito (pero que exige esos grandes sacrificios físicos para adelgazar un montón y quedar esquelético que tanto encanta a la crítica), te toca un año sin grandes competidores, te dan el Oscar y, ZAS, te llueven las ofertas y puedes elegir los papeles en los que quieres actuar en lugar de tener que aceptar lo que te den casi a cambio de comida.

Y la verdad es que el bueno de Matthew ha sabido aprovechar la oportunidad y elegir papeles más que decentes – “Interstellar”, “Gold”, “El lobo de Wall Street”- en lugar de dilapidar el rédito obtenido a las primeras de cambio como hacen algunos y algunas. En el caso de esta “Los hombres libres de Jones” no se puede hablar de acierto absoluto, porque la película salió bastante menos buena de lo esperado, aunque el hombre hizo lo que pudo, poniendo absolutamente todo de su parte en una película que descansa casi en su totalidad sobre sus hombres apareciendo en el 80% de los planos.

“Los hombres libres de Jones” toma una historia interesante (la de un condado que se rebela contra los Estados Confederados del Sur) en una época interesante (la Guerra de Secesión Americana) para protestar contra las confiscaciones a las que eran sometidas para sostener el esfuerzo de guerra. El presupuesto parece abundante porque da de sobra para una puesta en escena potente, con una buena fotografía, buenos exteriores, atrezzo convincente y hasta alguna escena de batalla de esas que ponen en circulación muchos extras que consumen mucha pólvora y recursos.

Su problema, y cuando digo problema me refiero a ese algo que hace que la película no funcione en su conjunto, desde luego no es externo. O al menos no completamente. Las escenas de batalla buscan espectacularidad a costa de realismo. Colocan muchos recursos sobre el escenario, pero los tiroteos tienen unas coreografías muy forzadas y artificiales, de esas que los buenos aciertan siempre (con armas de doscientos años, en movimiento y sin apuntar) y los malos no aciertan nunca. Pero este no es el problema. El factor desestabilizador es una ambición desproporcionada por querer contar muchas cosas relacionadas con la historia del Condado de Jones en una única película. Como si la labor de documentación hubiera descubierto muchas cosas interesantes al tirar del hilo inicial, sin relación entre sí y, por no sacrificar esfuerzo invertido, se intentara meter todo con calzador.

Así, la película abarca la deserción de Newton Knight, líder de la rebelión, su fuga a los pantanos, las primeras escaramuzas, la rebelión, el proceso de vuelta a la normalidad tras la guerra, los orígenes de Klu Klux Klan, su tormentosa relación con varias mujeres y los juicios a su bisnieto 200 años más tarde por casarse vulnerando leyes raciales. Demasiado arroz para tan poco pollo. La película trata de abarcar mucho y el interés del espectador se escapa entre los dedos, sufriendo con anticlimáticos saltos en el tiempo y el espacio. La película hubiera ganado si se hubiesen cortado treinta minutos y se hubiera trabajado mejor las escenas de acción para ganar en credibilidad. Y también si McConaughey no apareciera cada diez segundos para decir alguna frase, venga o no a cuento, amortizando su caché, pero sembrando dudas sobre qué es real y qué es licencia.

No es mala película, tiene su interés histórico y social, pero un poco bastante aburridilla.