Geográficamente, es fácil ubicar que “Ciudades de papel” transcurre en alguna ciudad de tamaño medio de Florida. Cronológicamente, si bien está claro que discurre en algún momento de esta nuestra historia reciente tan profusa en jóvenes hiperventilando a la mínima y haciendo un mundo de todo, no sabría afirmar con rotundidad en qué momento vital se encuentran sus protagonistas. Diría que se les supone una edad de entre quince y diecisiete años, por lo que deberían estar en alguna fase de la adolescencia, pero lo que “Ciudades de papel” es esa adolescencia mediática, popularizada en TV y cine, que poco tiene que ver con la real o, cuando menos, con la que viví yo.


Y es que, o mucho han cambiado las cosas o los medios de comunicación dedicados al entretenimiento han visto una oportunidad de negocio en vender una infancia y unas primeras etapas de juventud llena de chavales sarcásticos y sabelotodos, con todos los derechos a la felicidad y la obligación de encontrar el amor verdadero antes de los catorce, de saber de la vida más que tus padres y profesores antes de los quince y de salvar el medio ambiente varias veces antes de los dieciséis. Y el que no encaje en ese modelo, es un rancio, un rarito o un carca.

No sé. “Ciudades de papel” está bien escrita y deja buenas interpretaciones (para la edad del reparto) junto con algún par de ideas interesantes, pero no logro pensar en su rebuscada historia como algo real y, por tanto, me siento apartado de la película. Veo a sus protagonistas que representan lo que los medios nos quieren presentar hoy en día como paradigmas del idealismo y la rebeldía de la juventud y no veo que encajen con ningún referente de la juventud de hoy en día ni de lo que yo viví a esa edad. Conocí chicas con dieciseis años independientes y con las ideas claras, pero ninguna se fugaba de casa o emprendía venganzas ninja por un despecho amoroso. Conocí chicos creativos y apasionados, pero ninguno robaría el coche de su padre para vivir las increíbles (en el sentido de inverosímiles) aventuras que películas como “Ciudades de papel” normalizan entre la juventud de hoy. Como digo, puede que los tiempos hayan cambiado, que seguro que lo han hecho, pero no creo que lo hayan hecho tanto ni de manera tan extrema. Me creo, porque yo lo viví, que a esas edades las experiencias se magnifican y todo nos parece que transcurre a varias revoluciones más de la realidad, pero no me creo, porque también lo viví, que nadie perdiera la cabeza por un ideal o por un amor.

Así las cosas, me cuesta valorar películas como esta. Desde luego me dan mucha pereza y me parecen afectadas, artificiosas y, a veces, cosas peores, pero siempre tiendo a darles el beneficio de la duda. Lo mismo entre Tiktok y Tiktok resulta que son realmente tan intensitos como nos muestran.