Me preocupa, algo en mí debe de haber cambiado.

Por alguna razón esta sexta parte, que se dice pronto, me ha parecido algo mejor que la IV y la V (las primeras que empecé a registrar en Filmaffinity con el título de «el truño que no cesa» y «el truño que sigue sin cesar») o, cuando menos, no tan mala. Y no me lo explico porque las interpretaciones son iguales, ya que siguen saliendo los mismos de siempre, que no terminan de morirse; la sangre y las vísceras son iguales de rojas, espesas y abundantes que de costumbre; la fotografía es igual de oscura, sórdida y tenebrosa que en anteriores entregas y las innovaciones argumentales consisten en ser un poco oportunistas introduciendo en el guión una mezcla de gore con venganza hacia especuladores despiadados, fondos buitre y banqueros corruptos.

Pues no sé. A lo mejor es que ya no exijo la misma coherencia que antes a las películas y que Jigsaw siga ejecutando venganzas desde la tumba orquestadas seis o siete años antes de su muerte ya lo veo con ojos no tan escépticos, lo que me permite pensar en la trama con menos nivel de exigencia y poder valorar cierto esfuerzo para que personajes de las seis películas anteriores sigan teniendo cierta (por no decir remota) relación con lo que sucede en esta secuela. Creo que lo que ha pasado es que he obtenido cierta sensación de entretenimiento haciendo memoria y enlazando los personajes actuales con los anteriores, sí, eso ha debido ser.

En fin, ¿para qué seguir? “Saw VI” es de esas películas que ya sabes lo que te vas a encontrar sin necesidad de leer la sinopsis. Más de lo mismo, pero con cierta mejor nota. Nos vemos en “Saw VII”, que espero que el Ministerio de Cultura (¿en qué estaba pensando Sinde?) se baje del guindo y le quite la calificación de X en un país donde a las cinco de la tarde puedo ver todos los detalles de los frunjimientos de Victor Sandoval con sus respectivos parejos.