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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
8
7,3
2.830
Documental Colaboración entre la veterana directora Agnès Varda y el artista gráfico urbano y fotógrafo JR (Jean René), un joven francés conocido por sus impactantes obras visuales que consisten en enormes intervenciones gráficas en calles y tejados de diversas ciudades de todo el mundo. (FILMAFFINITY)
22 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A sus 89 tacos, Agnés Varda se embarcó en un periplo vital y artístico a través de la Francia más profunda, provista de un extraño compañero de viaje: el fotógrafo y activista JR, 55 años más joven que ella. Podía salir cualquier cosa de esta peculiar pareja, y lo que ha dado de sí es este precioso documental en que los rostros, la gente, cuentan tanto como los lugares en que se desarrolla la, por así decirlo, trama. A bordo de una camioneta que oculta un fotomatón y una impresora gigante, recorren pueblos, aldeas y rincones en los que la historia parece haberse detenido. Se acercan a sus habitantes, les explican su intención, y la gente suele acceder a la petición de posar. Sus fotografías ocupan edificios enteros, un recordatorio de la presencia de seres humanos en plena naturaleza, los intelectuales conviven con los campesinos sin que parezca existir la menor distancia entre ellos, un canto a la vida, a la solidaridad, al amor entre seres distintos. Me conmovió en particular ese momento en que decoran un bunker caído en la arena de una playa con la foto de un viejo amigo de Agnès, ya fallecido, a sabiendas de que, como todo en la vida, es un acto perecedero: al día siguiente, la marea alta ha reclamado su tributo y se ha llevado la imagen al confín de los mares. Y cómo no emocionarse con las esposas de los estibadores en el muelle de Le Havre, cuando cuentan sus vidas y se dejan fotografiar para decorar los enormes contenedores almacenados. Nunca Varda fue tan joven como en esta película, con su extraño pelo y su insaciable curiosidad. Mención especial a la escena en que van a ver a Jean-Luc Godard y éste los deja plantados, como el viejo cabrón que siempre fue, incluso cuando era joven. Y un aplauso para JR, digno compañero de viaje de la anciana cineasta, que al final le concede el deseo que ella le ha manifestado. Es un privilegio poder gozar de películas así.
Eduardo
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