Viendo esta película y con estas palabras quería rendirle homenaje a Ettore Scola, el maestro italiano, que hace unas semanas nos dejó. Seguramente la Italia que él conoció es como la vemos aquí, a través de la historia de la vida de tres amigos, con sus idas y venidas, encuentros y desencuentros, falta de comunicación en muchos casos y sobre todo, en lo personal, con una evolución que tras el paso de tres décadas los ha cambiado de arriba abajo. No es fácil la reflexión, llegar a un punto en el que uno se cuestiona qué ha pasado, en qué se ha convertido uno. En un principio los tres amigos eran muy parecidos y con el tiempo... que cada uno juzgue.

Pero es una película muy italiana, por supuesto, así que dentro del indudable drama de ver pasar el tiempo sus existencias dan para enamorarse, para gritar mucho, comer, beber, pelearse y sentir verdadera pasión por la vida. Ver esta película en versión original es una gozada por las explosiones verbales de los actores, una maravilla, pero a la vez, como es mi caso, tener que aferrarme a la lectura de los subtítulos es a veces un suplicio. Vale la pena de todas formas hacer el esfuerzo, observar el derroche de vida de los personajes cuando discuten es sin duda lo mejor.

Así pues hay mucho espacio para el humor, como todo lo que le rodea a Gassman. Él es quien más ha cambiado, pero al menos hace gracia su entorno. Hay tiempo para homenajear al cine italiano, Fellini y Vittorio de Sica ahí están. El regusto amargo del final es muy acertado, porque el dichoso tiempo pasa y pasa y se lo carga todo. Hace unas semanas Ettore Scola nos dejó para siempre, así pues, desde aquí, quiero gritar: ¡¡Viva el cine de Ettore Scola!!!