No coincido con la mayoría a la hora de valorar la historia de este traficante de drogas que se va a pasar siete añitos en la sombra. Mucho tiene que ver con Norton, menos sugestivo de lo que debería, al menos para mí, y por debajo de los más que notables secundarios. No creo que con esta historia Spike Lee pretenda vendernos el concepto de compasión. Sus amigos están ahí para lo bueno y para lo malo y dan la cara, pero porque son sus amigos, para los ojos realistas es un sinvergüenza, una mala persona que metiéndolo en el talego ganan todos.

Hay más cosas que no me gustan, focalizar inevitablemente un mundo yanki que cada vez me repele más y me interesa menos con sus miserias y sus dramas, ¿qué voy a decir?, sólo Woody Allen se aproxima a ese mundo sin que me dé igual. La escena más nombrada, la del "jódete" en el espejo me parece una muestra clara de lo fácil que puede ser llamar la atención del público general, ese torrente de improperios a todo lo que le rodea es tan simple como flojo. A mí no me ha parecido memorable ni mucho menos, cualquier poeta callejero puede hacerlo mejor.

Si hay algo que sí destaco es la historia en sí misma, la idea de haberse comprometido de esa manera, saber quién le traicionó, cómo sufre en esas 24 horas antes de irse al talego y la verdad, esperaba que a última hora no se presentara. Los tres minutos de fábula en la que el padre le ofrece una alternativa más bien lamentable me ha parecido eso, más bien lamentable. Por no decir la ocurrencia de que sus colegas le dejen la cara hecho un trapo para entrar como un campeón. Creo que mis últimas 24 horas, y no soy ni el único que lo piensa ni que lo dice, las pasaría al lado de Rosario Dawson, todo lo demás siempre es poca cosa. En fin, una más de los yankis.